_
_
_
_

Al rescate del honor de Mitterrand

La hija del ex presidente francés demanda al ex jefe del servicio secreto por un libro contra su padre

Cuando se trata de François Mitterrand, el pasado es un pozo sin fondo. Los historiadores franceses escarban permanentemente en la vida del monarca socialista y todos los años exhuman revelaciones sorprendentes. Una vez son las simpatías por la derecha nacionalista del joven Mitterrand; otra, sus insospechadas pasiones, sus obsesiones, sus miedos, las escuchas telefónicas ilegales a periodistas y actores y personajes del momento; al año siguiente, su comportamiento ante la crisis de Ruanda, donde Francia no impidió el mayor genocidio desde la Segunda Guerra Mundial. La disección de la vida y del pensamiento de Mitterrand es una tarea a la que se aplican también, claro está, muchas de aquellas personas que trataron a este personaje maquiavélico, complejo, refinado, inteligente, culto, que fascina a los franceses y al que muchos de ellos siguen profesando verdadera devoción.Hace sólo unas semanas, el académico Jean d"Ormeson reabrió la página, siempre entreabierta, de Mitterrand con la mención a una breve charla en la que el fallecido presidente aludió a las "presiones del lobby judío". Historiadores, filósofos, políticos y articulistas se enzarzaron inmediatamente en la discusión, interminable, de si el presidente socialista albergó o no ideas racistas. Todo lo relacionado con Mitterrand, cualquier cosa, destapa los sentimientos de los franceses, sigue estando a flor de piel. Y es que, lo admiten también sus enemigos, si De Gaulle fue la imagen de Francia, Mitterrand fue el hombre que mejor conoció a los franceses, sus ansias, sus debilidades, sus contradicciones.

De los centenares de libros que hablan del personaje, pocos destilan una aversión tan fría como Memorias de la sombra, que acaba de publicar el antiguo patrón de los servicios secretos franceses Pierre Marion. El ex director de la poderosa Dirección de la Seguridad Exterior (DGSE) ya arrojó unas paletadas de lodo sobre la figura del fallecido presidente cuando, en obras anteriores, describió asuntos resbaladizos, como el caso de los irlandeses de Vincennes, acusados de actos terroristas que no cometieron, y el sabotaje al barco ecologista Rainbow Warrior. Es ahora, sin embargo, cuando Pierre Marion parece haber arreglado todas sus cuentas.

De entrada, hace una afirmación desconcertante a propósito del suicidio de François de Grossuve, el hombre que le servía de enlace con la presidencia y que apareció muerto de un disparo en el palacio del Elíseo en abril de 1994: "El suicidio es poco verosímil, era uno de los pocos que estaban en el secreto de los asuntos sucios. Yo le vi en plena forma en las semanas previas al drama. Si no se suicidó, tuvo que ser asesinado, y no es fácil introducir un revólver en el Elíseo". "Su muerte", dice, "es un misterio". El otro bombazo de Memorias de la sombra es la afirmación, sustentada precisamente en una supuesta confidencia de François de Grossuve, de que Mitterrand llevó a cabo "dudosas operaciones financieras vinculadas al porvenir de Mazarine", la hija que el antiguo presidente de Francia tuvo fuera de su matrimonio.

La obsesión mitterraniana en ocultar la existencia misma de Mazarine Pingeot, su temor paranoico a que sus enemigos se vengaran en ella, está bastante acreditada y explica, por ejemplo, las escuchas telefónicas ilegales practicadas por la célula antiterrorista del Elíseo, una "verdadera policía política al servicio del presidente", según Pierre Marion. El ex jefe de los servicios secretos franceses no aporta prueba alguna de esos desvíos de fondos "llevados a cabo hasta 1993 con la complicidad de una serie de ministros", y después de arrojar la piedra en el estanque del escándalo, deja la acusación flotando en el aire. "Nunca se ha podido probar esa hipótesis de manera seria y fehaciente", dice.

La salvaguarda formal no le ha librado en este caso de la demanda judicial. Mazarine Pingeot, joven escritora, que ya ha dado cuenta de su relación con Mitterrand en una versión infinitamente mas idílica, le demandó ayer por "ofensas graves a la memoria" de su padre y por perjuicios. Además de reclamar una multa global de un millón de francos (25 millones de pesetas), la hija de Mitterrand exige igualmente la supresión de una serie de pasajes de la obra, hasta 23, que ella considera "difamatorios".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_