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El miedo a más atentados se traduce en odio al checheno

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Los atentados de los últimos días en Moscú, cuya autoría aún no ha sido establecida de forma fehaciente, amenazan con hacer germinar un odio a muerte contra los chechenos, y por extensión, contra los caucásicos y musulmanes. El diario Noviye Izvestia aseguraba ayer, por ejemplo, que "el miedo está dando paso al odio" y que gana popularidad la consigna: "Un pueblo checheno por cada edificio de Moscú". Pocas veces se ha recordado tanto a Iósif Stalin como estos días, en que mucha gente elogia el trato brutal que dispensó a los chechenos, a los que deportó en masa en 1944, como si fueran ganado, a las áridas estepas de Kazajistán, por supuesta colaboración con los alemanes. Un destino que alcanzó también a otros pueblos caucásicos. Sólo regresaron en los años cincuenta, en tiempos de Nikita Jruschov. El propio Yeltsin aseguró después del último atentado que no habría ni persecución étnica ni religiosa, pero está claro que los principales receptores de la atención especial de las fuerzas de seguridad en los próximos tiempos serán quienes tengan rasgos caucásicos, como piel oscura o pelo moreno. El alcalde de Moscú, el presidenciable Yuri Luzhkov, les ha tenido ya en los últimos años bajo su punto de mira, y ahora será, probablemente, mucho peor. Controles en las calles Tanto el ministro del Interior, Vladímir Rushailo, como el propio alcalde coinciden en el propósito de prevenir nuevos atentados con medios tales como la obligación de que todos los visitantes de Moscú se registren ante la policía en el plazo de tres días desde su llegada a la ciudad, de que se controle a quienes alquilen viviendas o locales, o de que se multipliquen los controles de identidad en las calles y en las vías de acceso a la ciudad. Las medidas pueden convertir en más incómoda todavía una ciudad grandiosa y hermosa como pocas, mucho más segura de lo que se piensa en el extranjero, y en la que se teme a veces más a la policía de tráfico o la desesperante burocracia que a un crimen organizado cuyas actividades no suelen alterar de forma visible la vida cotidiana. Tanto como chechena, la pista terrorista es islámica, y eso ha suscitado la preocupación de los dirigentes religiosos musulmanes, que han pedido ayuda al Gobierno ruso para evitar la burda identificación entre "terrorista" y "musulmán" y el hostigamiento que ello pueda producir. Gainit Gainutdin, presidente de la Unión de Muftíes de Rusia, reclamó una vigilancia estrecha de las autoridades contra toda manifestación de intolerancia.

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