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Timor en los diccionarios

JAVIER MINA Timor significaba Oriente para los navegantes malayos que remontaban el mar -la luz solar siempre lo ha hecho río, corriente, dirección- hacia el sol naciente y la creían la tierra más al ex-tremo, aunque quizá le cuadre mejor significar en latín porque entonces querría decir temor y no parece que la isla haya conocido otra cosa desde que, viniendo de Occidente, la colonizaron portugueses y holandeses. Porque luego la invadieron los hijos del sol japonés, su vecino, pero sólo para que los aliados pudieran reducirla a cenizas so pretexto de liberarla. Claro que entonces la guerra se llamaba mundial y precedió de poco a otra llamada fría que, en prevención y aislamiento del peligro rojo, autorizó que los indonesios la ocuparan y se ensañaran contra cuanto sonara a libertad, bañando la isla de más sangre de la que nunca se había visto. Timor significa temor en latín pero bien podría haber significado espanto, desolación. En 1994 Amnistía Internacional publicó un informe en el que detallaba las innumerables y sistemáticas violaciones de los derechos humanos que Indonesia allí cometía. Y comete. Hablar mal del presidente se castiga con 7 años de cárcel, eso si uno tiene la suerte de contar con un juicio amañado y de sobrevivir al hacinamiento, las provocaciones y las palizas de la cárcel, porque lo más fácil es que ni llegue a juicio bien porque lo hayan matado en la propia manifestación que reclamaba respeto a los derechos humanos o bien porque haya sucumbido a las torturas en comisaría o a las repre-salias tomadas al amparo de la noche por algún paramilitar que le detectó la subversión. Tras masacrar a tiros por la espalda a cientos de manifestantes en 1991, el comandante en jefe del ejército que perpetró semejante hazaña declaraba que, como habían gritado muchas cosas ina-ceptables, "al final hubo que dis-pararles. Hubo que disparar contra personas tan maleducadas ... y seguiremos haciéndolo". Puede que Timor signifique horror en latín, aunque bien podría significar nada. Pero sobre todo nadie. La depuración étnica se ha instalado en la parte oriental de isla antes siquiera de haber concluido el plebiscito que ponía en marcha el proceso de independencia. Contando con la inercia inherente a las respuestas de la comunidad internacional en lo que en alguna ocasión he llamado factor Milosevic, los militares indonesios, encubiertos por una clase u otra de uniforme, están acabando con la población, y ello en un macabro proceso largamente anunciado. Pero ni el aviso de los observadores de la ONU allí desplazados ni el de la diplomática portuguesa Ana Gomes han servido de nada. Tuvieron que implicarse quienes más pueden aunque sólo para vaticinar que se vislumbra la promesa de una hipotética intervención. Con un poco de suerte no quedará nadie por quien intervenir. Timor significará temor en latín -y horror y nada- pero podría significar vergüenza. Tenemos la suerte de que una vez cada seis meses nos toque rasgarnos las vestiduras morales. Ahora toca Timor, antes tocó Kosovo sin que ello fuera óbice para que quienes lamentaban la intervención de la OTAN en el corazón de Europa agitaran la bandera de aquella lejanía llamada Timor: ¿por qué condenar a Yugoslavia y no a Indonesia? Pues bien, ahora que se da una de las premisas enarboladas por quienes se la cogían con papel de fumar, la ONU, siguen teniendo dudas o callan sobre la oportunidad de intervenir. Timor tendrá que significar temor -y nada y vergüenza- pero bien podría significar injerencia. ¿A partir de cuántos muertos por la infamia se podría trans-gredir la territorialidad? Mientras estadistas y estadísticos lo deciden de consuno con los timoratos no estaría de más recordar que los timorenses fueron anexionados sin que lo reconociera la ONU. O sea que menos coba versallesca y más prisa por llenar la isla de cascos azules que pongan fin a la masacre y garanticen el proceso de independencia devolviendo a Indonesia el ejército de exterminio. Cuentan que los antiguos pobladores de Timor se pintaban de rojo los dientes para distinguirse de los monos; ahora se tachan la sangre de las encías para no parecerse a cierto sector del género humano.

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