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CICLISMO Vuelta a España

Chava, un alérgico incurable a la contrarreloj

El Banesto vive con resignación el enigma de Jiménez ante la etapa de hoy

Luis Gómez

Su caso nace de una paradoja: ¿cómo un hombre de la estampa de José María Jiménez, dada su estatura (1,82), peso (67 kilos), la morfología de sus cuádriceps, además de la potencia que es capaz de desarrollar (sobre 540 watios, por encima de los 450-480 propios de muchos escaladores) no es un contrarrelojista? ¿Cómo además es tan buen escalador?, ¿cómo lo que debería ser potencia en su caso se transforma en agilidad? "Soy un enigma hasta para mí mismo, sé que soy el escalador más pesado que hay", dice el hombre, resignado a sufrir hoy un tormento. Los especialistas atenderán esta mañana todos los detalles posibles para la contrarreloj, según la liturgia de cada cual. José María Jiménez no podrá hacer lo mismo; es un hombre de sensaciones, y el día de la lucha contra el crono, el cielo se le oscurece en el horizonte. "Ya me pongo malo la noche anterior a la contrarreloj: desde que me monto en esa bici (se entiende el desprecio con el que habla de la bicicleta contrarreloj) me descuadro". El Chava es un puro despilfarro en la carretera, un compendio único de contraindicaciones, un atentado a la razón, una reducción al absurdo de las leyes de la física de Newton. No conserva la posición apenas unos kilómetros, no es capaz de mantener una velocidad de crucero, juega con el coeficiente aerodinámico, desparrama su potencia por la cuneta. ¡Estáte quieto un momento Chava! Pero el Chava se mueve, para, arranca, se levanta, se distrae, se aburre, se desespera. "Sé que voy a sufrir y que mi sufrimiento no va a tener ninguna recompensa. Lo doy todo. Corro hasta reventar, pero nada".

Chava ha llegado a un punto de cristiana resignación ("Dios me ha dado el don que tengo y no me cambiaría por nadie"). Lo curioso es que esa resignación alcanza a todo su entorno en el equipo Banesto, sea el director, el médico o los mecánicos...

"Realmente es una paradoja", dice Jesús Hoyos, médico del equipo. "Posiblemente, sería interesante hacer una biopsia de sus músculos para averiguar por qué es un hombre tan ágil y no un escalador de potencia. Respecto a sus problemas con la contrarreloj, podríamos hablar de una mala educación, de malos hábitos en sus comienzos como ciclista. Ahora es muy difícil cambiarle". "No hemos logrado que pase de ser un buen escalador, así que procuramos no sacarle de quicio", responde Eusebio Unzue, su director, que adopta para este caso en especial un tono paternalista. La exposición de Jiménez es de una sinceridad aplastante: "Caliento hasta mal, lo sé, siempre me pasa lo mismo". Jiménez se acerca al rodillo, posiblemente esté encoraginado, quiera hacerlo bien, y si tiene que hacer diez minutos, hace 40 y toma la salida casi deshidratado.

El túnel de viento

Jiménez visitó hace unos meses un túnel del viento cerca de Torrejón. Fue una operación con todo un enganche publicitario, propio de todo lo que rodea al Chava, incapaz de pasar desapercibido: cámaras de televisión, decenas de periodistas, científicos de bata blanca, cables, aparatos de medición, tecnología punta a su servicio. El operativo ocultaba una maniobra de seducción: convencerle de que bastaba con unos pequeños retoques en su estilo para obtener una gran rentabilidad. Pero nadie pudo engañar al Chava. No se le engaña fácilmente. Tampoco puede afirmarse que el corredor no haya hecho un esfuerzo por mejorar, que su entorno no haya cometido errores con su caso. Después de algunos años, se accedió a dejarle una bicicleta especial para que se entrenara por su cuenta. Lo hizo, practicó el ciclismo tras coche. Pero luego, llegó a una contrarreloj oficial y el equipo había cambiado el modelo de bicicleta. Y ya no era lo mismo: ni la posición, ni las medidas. Y Chava reafirmó la impresión de que es un hombre unido a un destino: dar el espectáculo en la montaña.

Hoy será un mal día para él. Actuará sin referencias. No son útiles en su caso. Él mismo las desestima: por ejemplo, el año pasado, en Fuenlabrada, llegó a hacer la mejor contrarreloj de su vida y Chava no traga. "Lo se, pero no me engaño: era la última crono de la Vuelta y quedó claro que me quedaban más fuerzas que a otros. Nada más".

¿Perderá cuatro minutos? ¿Perderá cinco?, ¿perderá lo que no está escrito? Imposible el cálculo. En el caso de Jiménez no habrá liturgia hoy, ni visualización detallada del recorrido, ni elección de los desarrollos adecuados, ni consejos técnicos. Se levantará con el cuerpo cambiado, maldecirá el día, quizás ponga cara de funeral, procurará conservar la calma y se descuadrará en cuanto se suba a la bicicleta. Son los síntomas de su alergia a la contrarreloj. Un caso, al parecer, incurable. Un detalle más que confirma que Jiménez es un ejemplar digno de estudio: es una excepción que pone en cuestión todas las reglas.

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