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Reportaje:Jornal de agosto

La noche dentro de una barra

La argentina Belén Rosas pasa las veladas del verano sirviendo copas en una terraza de moda

Poner copas por la noche puede ser en verano, más que un empleo, una distracción, además de una forma de ganarse un jornal extra. Las terrazas al aire libre que en esta época proliferan facilitan a muchas jóvenes un trabajo imposible de realizar el resto del año. La argentina Belén Rosas lo sabe y aprovecha la estación para emplearse como camarera en una de las terrazas que mayor afluencia de público está registrando esta temporada, la que se ubica en la azotea del Equinoccio, el centro comercial y de ocio situado a las afueras de Majadahonda.Decorada con palmeras de plástico y con el armazón de una vieja carabela de piratas en el centro, el lugar ha logrado este verano alzarse con el oficioso título de "la terraza de moda". Equinocche, así se llama, se ha merecido tal calificación por la cantidad de gente que se ha acercado hasta ella en las noches de verano (un aforo de 1.500 personas, siempre lleno de jueves a domingo y en constante rotación), más que por la fama de sus parroquianos. Alejada del glamour y el trasiego de caras conocidas que se da en las terrazas del centro de la capital, Equinocche atrae cada velada a personas venidas de todos los puntos de la geografía madrileña, animados por la fama que tienen sus camareros de trabajar de forma marchosa y animada, la amplitud del lugar -con pista de baile y numerosas barras-, el frescor del aire que baja de la sierra, la selección de la música que permite bailar pero también charlar sin elevar la voz, y seguramente tiene también mucho que ver la belleza y simpatía de sus camareras.

Belén conoce esas claves y se esfuerza realmente por resultar agradable a la clientela. Nunca un mal gesto aunque el cliente resulte un patoso, nunca una mala cara aunque su barra se encuentre atestada y le pidan las copas con insistencia. Y, sin embargo, no es una profesional de la hostelería. A sus 25 años, Belén Rosas dedica buena parte del día al deporte. Durante 11 años jugó en la selección nacional argentina de voleibol y su profesión diurna y del resto del año la tiene trabajando en un gimnasio de Majadahonda como monitora de actividades deportivas.

En las mañanas de verano es, además, socorrista en una piscina de Las Rozas, por eso, como camarera se asusta a veces de la cantidad de alcohol que beben algunos de sus clientes. "Aunque vaya contra el negocio", afirma Belén, "muchas veces recomiendo a alguno que no siga bebiendo, me da miedo seguir poniendo copas a un muchacho que luego va a conducir".

Natural de La Plata, una población pegada a Buenos Aires, Belén lleva seis años en España, pero no ha sido hasta éste cuando ha ejercido de camarera. A pesar de eso, tras la barra se comporta como si llevara toda la vida. "Cuando me vienen diez a la vez y empiezan a dudar de lo que van a tomar, siempre les digo que vuelvan cuando se lo hayan pensado", asegura sin jactarse de nada. Por su actitud emprendedora y positiva, Belén encuentra en su trabajo de camarera el complemento para su vida. "Estoy conociendo a mucha gente importante para mí", dice esperanzada, "y es posible que me salgan más trabajos para cuando la terraza cierre a final del verano".

A pesar de la cantidad de chicos que se la acercan cada noche, Belén todavía no ha tenido ningún encontronazo, aunque reconoce que alguno se ha sobrepasado: "Uno me llamó cabrona por no querer darle dos besos, pero yo ni me inmuté". No obstante, los patosos o inoportunos son, según dice Belén, los menos. "Aquí viene gente muy maja que pide todo con mucha educación y cortesía y que no se impacienta si hay mucho trabajo", asegura. Pero Belén está sacando más cosas positivas de su experiencia veraniega. "Amigas he hecho muchas", asegura, "gracias a que me he aprendido sus nombres antes que ellas el mío, ya que tengo que apuntar la única copa que se pueden tomar cada día de su tarjeta de invitadas". Así se ha hecho con una buena lista de conocidas que pasan cada noche a saludarla e incluso a llevarle algún regalo. La vaquita con la que sujeta su cola de caballo es uno de ellos.

Aunque Belén suele terminar sobre las seis de la mañana, muchas veces de la terraza se va directa a su puesto de socorrista, en el que permanece hasta las cuatro de la tarde. Una buena siesta la pone en forma otra vez a las once de la noche, cuando vuelve a la terraza: "Es lo único malo de este trabajo, que te hace vivir de noche y no aprovechas el día". Por eso muchas veces, cuando algún noctámbulo se la encuentra por la calle, no la reconocen al principio y suelen decirle: "Qué raro no verte dentro de la barra".

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