Edwards confía en sus resortes
El británico busca ante el cubano Quesada su segundo título mundial, tras haberlo perdido en Atenas
Jonathan Edwards es un de esos atletas que se ha adelantado a su tiempo, y su genio deja después un vacío difícil de llenar. En los concursos no es el único caso. Aquí en Sevilla ya se ha notado la ausencia de Javier Sotomayor en altura y muy posiblemente se recuerde a Sergéi Bubka en pértiga y a Carl Lewis y a Mike Powell en longitud, pese al duelo Pedroso-Lamela.Edwards tiene hoy en el estadio de La Cartuja un reto contra sí mismo. Recuperar el límite. Volver a los 18 metros en que se instaló en 1995, precisamente en la única edición de los Mundiales que ganó.
Allí asombró con dos saltos por encima de una barrera que había sido mítica largos años, como antes los 17 metros.
A los estudiosos y aficionados al atletismo, siempre les sonará a música celestial la cita olímpica de México en 1968. Allí, en un lugar para la historia, donde se alcanzaron marcas de asombro como los 8,90 de Bob Beamon en longitud, los 19,83s de Tommie Smith en los 200 metros, o los 43,86s de Lee Evans en los 400, quedaron un tanto apagados (siempre la lejanía de los concursos), los sucesivos récords del mundo que batieron en triple salto entre el ruso Víktor Saneiev, 17,39, el brasileño Nelson Prudencio (predecesor del recientemente fallecido Joao de Oliveira), 17,27 y el italiano Giuseppe Gentile, 17,22. Fue una final mágica, con pasos continuos de más allá de una barrera que entonces ya parecía impresionante.
Diecisiete años después, un atleta ligero, incluso con apariencia de frágil, pero con una técnica asombrosa que logró botar en cada salto como si tuviera resortes en los pies, logró un metro más, 18,29.
Pero aquello fue una cumbre demasiado alta y quizá también para sus tendones. Edwards empezó a sufrir las consecuencias de su fragilidad y encima sufrió dos derrotas sonadas.
La primera, cuando aún no se habían apagado los ecos de su hazaña de Gotemburgo, a manos del estadounidense Kenneth Harrison, que encima le humilló al pasar en los Juegos Olímpicos de Atlanta, de los 18 metros. Menos mal que no le batió el récord mundial. Pero se fue a 18.09 y desapareció. Ya no podía hacer más.
Edwards, en cambio, siguió y volvió a morder el polvo en Atenas, en los pasados Mundiales. Al revés que el cubano Javier Sotomayor, que siguió largos años sin rivales y a quien le ha podido acabar derrotando la cocaína, sí le surgió un rival de entidad: y justamente cubano, Yoelbi Quesada, que le venció en la pasada edición de los Mundiales.
El lunes, en las pruebas de clasificación para la final (que se disputará hoy a partir de las ocho de la noche), no estuvo bien, pero será nuevamente el principal enemigo de Edwards. El segundo, más bien. Si no vuelve a tener un problema físico, el inglés parece aún imbatible.
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