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Buenas sensaciones españolas

Cacho, Estévez y Díaz se clasifican para la final de 1.500 a la estela de El Guerroj y Ngeny

Carlos Arribas

Dos días de batalla han transcurrido. La guerra de los 1.500 sólo está a falta de la jornada final, mañana, por la noche. Y nada ha pasado. Bueno, ha pasado de todo, pero tampoco nada. Todo está como todos querían. Con tres españoles en la final, que es lo que todos anticipaban, y con los tres emitiendo buenas vibraciones. Nervioso e inquieto como una lagartija, como de costumbre, Fermín Cacho. Tranquilo e imponente desde su altura, como una torre, Reyes Estévez. Tristón y preocupado Andrés Díaz. Los tres exhibieron sus armas en las dos semifinales. Vieron también mostrar las suyas a los rivales, a los que se intentarán interponer entre su senda y las medallas. No se mostraron impresionados. Bueno, sí, un poco, pero es lo que se esperaban.Reyes Estévez es un corredor imponente e impetuoso. Encuadrado en la primera semifinal, la que algunos llamaban final anticipada porque también contenía a Fermín Cacho y a Hicham El Guerruj, el barcelonés no tardó nada, apenas 150 metros, en aparecer como un torpedo, abriéndose paso implacable, en la primera fila. Y desde esa posición se dedicó a marcar el ritmo. "Es que no quería que la cosa decayera", dijo. "Y tantos tropezones, tantas caídas". La cosa, sin embargo, fue lenta. 1.00.42 en los 400 metros; fueron más lentos todavía los segundos 400 (62.43). Pero, claro, la cosa no iba mal. Todos esperaban que la habitual silueta, ligera como alada, soplo sutil que apenas tocaba el suelo, de puntilla y económica, la zancada de los elegidos de los dioses, tomara el mando. O sea, todos sabían que El Guerruj, a quien le gusta cambiar de ritmo (esto es, casi demarrar) a falta de 600 metros, iba a hacerlo también en la serie. Claro que lo hizo. La cosa se aclaró como por encanto. El pesado pelotón, engrosado al trote, se aclaró, adelgazó instantáneamente hasta convertirse en una línea larga y salteada. Como ya lo sabía, Cacho, que había corrido hasta entonces escondido y encerrado, con paso y zancada experta, se puso inmediatamente pegado a las zapatillas del marroquí. Adonde El Guerruj quisiera llegar allí iría el soriano. Y Estévez, inteligente y sobrado de fuerzas ("me he gustado mucho a mí mismo", dijo el barcelonés), tras los dos. Sin perder en ningún momento el paso. En 54.03 cubrieron los terceros 400 metros, tirados por el increíble El Guerruj sin aparente esfuerzo. Menos de 53 segundos en la última vuelta al estadio, y una carrera que prometía irse por encima de los 3.40 se quedó en 3.37.34. Y todos transmitiendo una sensación de perfecta tranquilidad, de relajación casi.

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A Andrés Díaz le gusta hacer sufrir a la gente. Fue el gallego y se descolgó la víspera, tras la primera serie, que lo veía todo oscuro, que si seguía así que nadie pensara en él para una plaza en la final. Así que aprensivos estaban los aficionados viéndole correr ayer la segunda semifinal. ¿Qué sorpresa depararía el campeón español? Respiren, que todo fue bien. Magníficamente bien, de hecho. Modificando sobre la marcha la táctica prevista y saliendo del trago perfectamente. "Esperaba que otro cogiera la cabeza, porque al ser la segunda serie muchos desearían que fuera más rápida , pero al no ponerse nadie a tirar, lo tuve que hacer yo", explicó Díaz. "Además, como tengo la zancada larga corría más peligro si me quedaba en el grupo, donde los codazos y los tropezones..." Los percances los sufrieron Silva, Mayock y Liefers, porque Díaz iba el primero, aunque a los 600 de carrera le relevó en la cabeza el nigeriano Ngeny, la gran esperanza.

La prueba, que ya iba rápida (59.97 en los primeros 400), se aceleró (1.58.95 en los 800, es decir, 59.02 en los segundos 400). Díaz, que se sentía bien, volvió a relevar a Ngeny en los 1.100 y la selección deseada se produjo, ayudada por la caída portuguesa. Por puro prurito, Ngeny le disputó la victoria a Díaz en la última curva, ya cuando todos echaban el resto. Y por detrás, tras los dos tranquilos, el agobio. Y el sufrimiento de Morceli. El ganador de tres mundiales lo pasó mal. Sin fuerzas perdió uno de los cinco primeros puestos en los últimos cinco metros. Pasó por tiempos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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