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'Sir Alfred' ya tiene papeles

Un iraní que lleva 11 años viviendo en un aeropuerto de París obtiene al fin el estatuto de refugiado

Los empleados del aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle le llamaban Sir Alfred por sus maneras aristocráticas y su obsesión por declararse súbdito británico. Para él no cabía la menor duda de que tenía derecho a ello, puesto que nació en Irán, en Massede Soleiman, pero en una zona que, en 1945, estaba bajo control de la Anglo-iranian Oil Company. Y no se trataba sólo de eso: en 1968, Sir Alfred había llegado al Reino Unido para estudiar en la Universidad de Bradford. Entonces fueron su madrastra y sus hermanastras quienes le pagaron el billete para alejarle de las discusiones sobre la herencia paterna. Merhan Karimi Nasseri -ése es el nombre auténtico de Sir Alfred- lleva 11 años viviendo en el principal aeropuerto de París porque ni él quería volver a Irán ni las autoridades francesas le concedían un permiso de residencia. Pero ahora podrá por fin desplazarse libremente, ya que Bélgica le acaba de otorgar el estatuto de refugiado político.

Durante sus 11 años de estancia, Sir Alfred no se ha movido de un espacio reducido, entre la cafetería y la pizzería, siempre con el carrito que contiene sus tres maletas a mano. De ellas saca de todo, desde una maquinilla de afeitar eléctrica hasta un tratado de economía de Joseph Schumpeter, pasando por discos punki o de música clásica. Ropa, poca, porque Karimi Nasseri vive con dos camisas, un pantalón, un par de zapatos, dos pares de calcetines y un blusón de nailon, todo impecablemente limpio porque, cada semana, su propietario se ducha y enjabona con sus pertenencias puestas.

Durante esos años de sala de espera y de comer gracias a la solidaridad de los empleados del aeropuerto mientras confiaba en recuperar los papeles perdidos, Sir Alfred sólo salió los cuatro meses que pasó en el hotel Ibis, el que reservan las autoridades galas para los inmigrantes ilegales destinados a la expulsión. Pero los tribunales fueron tajantes y crearon el embrollo jurídico: no dejaban entrar en Francia a Merhan Karimi Nasseri porque carecía de papeles y de capacidad para producirlos, pero negaban a la policía el derecho a extraditarlo hacia Irán, país que en 1976 le había proporcionado un pasaporte, pero con la mención expresa de que nunca podría volver a poner los pies en su patria.

Entre 1976 y 1981, este hombre deambuló entre París y Berlín, entre el reino Unido e Italia, entre los canales holandeses y las montañas aún en paz de Yugoslavia. Nadie le quería hasta que, en 1981, los belgas le convirtieron en refugiado político. Desde esa base intentó hacerse adoptar por los británicos, pero todas las gestiones resultaron vanas.

Si Sir Alfred vivía en Roissy eso se debe a que había perdido o le habían robado toda la documentación, la misma que ahora los belgas han aceptado suministrarle de nuevo. Para Karimi Nasseri, de lo que se trata es de reempezar la búsqueda de la madre auténtica, una enfermera escocesa llamada Simone, que fue, al parecer, la amante de Abdulkarim, su padre. "La referencia constante a Inglaterra esconde este drama personal", dice el doctor Bargain, jefe de los servicios médicos del aeropuerto. "Sir Alfred es una personalidad patológica".

En cualquier caso, sin que mediaran controladores aéreos, ni pilotos de Iberia, ni siquiera el ministro español de Fomento, Rafael Arias-Salgado, Mehran Karimi Nasseri ha batido todos los récords de permanencia en un aeropuerto. Su drama burocrático es irrepetible, único, y pudiera calificarse de kafkiano si su lógica, con miles de pequeñas variantes, no fuese la lógica de todos los países democráticos. Durante 11 años, el viajero inmóvil ha leído los ejemplares del Sun o del Times que abandonaban quienes llegaban de Gatwick, y ha estudiado "por correspondencia", según dice, porque la central de correos del aeropuerto ha guardado siempre sus cartas".

La amistad de los funcionarios no ha sido la única fuente de ingresos para Karimi Nasseri, pues la misma policía que se ocupa de los inmigrantes ilegales le ha pedido que se ocupe de la traducción al francés y al inglés de los documentos escritos en farsi de los que se sospechaba alguna vinculación con el terrorismo. "Pero tan sólo se trataba de proclamas reivindicativas de exilados iraníes", explica Sir Alfred. "Somos un país desgraciado. Y no hubiese aceptado cobrar de tratarse de denunciar a compatriotas".

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