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Canon

JUANJO GARCÍA DEL MORAL Los impuestos que pagamos los ciudadanos los destina la Administración a sufragar un sinfín de cuestiones, la mayoría de ellas necesarias y loables. Pero existen algunas que no sólo no son necesarias sino que resultan deleznables. Por eso, la declaración de la renta tendría que dar al contribuyente la posibilidad de decidir el destino de su dinero. Los impresos del IRPF tendrían que incluir más casillas como esa que permite optar entre contribuir a los gastos de la Iglesia o destinar ese dinero a otros fines sociales. Y una de ellas tendría que ser la referida a los presupuestos de las televisiones públicas, especialmente algunas autonómicas. Viene esto a cuento porque los directivos de Canal 9 parecen empeñados en batir todos los récords de zafiedad. Si desde hace tiempo estamos acostumbrados a que la programación incluya programas como Tómbola y otras lindezas, este verano nuestra televisión pública nos ha sorprendido con otro programa bazofia cuya emisión en una cadena que pagamos todos los ciudadanos es directamente un insulto. Me refiero a Calor, calor, que se emite en horario de máxima audiencia. Por lo que he podido ver -confieso que ha sido poco, porque se necesita tener estómago para aguantarlo en su totalidad- el programa en cuestión es una especie de concurso con participantes procedentes de diversos pueblos valencianos que acuden al plató con sus incondicionales seguidores. Los concursantes, de ambos sexos, desfilan muy ligeros de ropa, bailando y haciendo posturitas, aplaudidos por los suyos y abucheados por los contrarios, y todos ellos jaleados por una presentadora untada de manera que parece estar toda sudada. Un espectáculo de lo más edificante. Eso sí, todo en valenciano. Es argumento suficiente para proponer que, si no es posible incluir en los impresos del IRPF una casilla que permita a los ciudadanos decidir si están dispuestos a pagar esa mierda con sus impuestos, la Generalitat apruebe un nuevo modelo de financiación de nuestra televisión pública: el que quiera verla, que pague un canon, como se hace en otros países. Tengan por seguro que seríamos muchos los objetores televisivos.

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