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CICLISMO: Tour

La fiel infantería española

El pelotón nacional gasta fama de disciplinado, pero también de corredores que han renunciado a ganar en beneficio del jefe

Luis Gómez

El ciclismo español tiene sus señas de identidad entre el pelotón del Tour, su bien ganado prestigio. En ausencia de Induráin, se respeta a corredores como Olano y Escartín. También se reconoce a los equipos españoles como un ejemplo de disciplina al servicio de un jefe. Del gregario español alaban los directores extranjeros su predisposición a la renuncia personal. Todos saben que, cuando el líder necesita auxilio, los españoles no dudan en la tarea. Y se les usa de ejemplo: "Mira los holandeses o los belgas, cada uno hace la guerra por su cuenta, todos se creen grandes corredores", dice un periodista holandés. Pero una cosa es la disciplina y otra ganar carreras o maniobrar a la ofensiva. Han debido pasar seis etapas para ver a uno de los nuestros en un grupo de fugados. Un corredor se acerca a otro. "Oye, ¿por qué no le dices al director que voy a atacar hoy?". "Díselo tú", responde su colega. El corredor en cuestión se deja caer del pelotón y se acerca al coche del director, como para pedir permiso para probar la aventura.

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-Hoy me veo con ganas de atacar.

-¿Con ganas de atacar?, replica el director como simulando no haber escuchado bien.

-¡Anda y vete palante!, ¿no ves que han atacado ya? Diez corredores habían formado un grupo de fugados el jueves y ningún español había logrado ganarse un puesto en la fuga. Cuatro lo hicieron ayer y Francisco Cerezo logró el objetivo. Era el primer escapado entre los nacionales. Muy poca chicha para ser el tercer país más representado en este Tour, tras italianos y franceses.

Claro está que la propia actitud de la mayoría de directores españoles explica esta falta de actividad. Sus planes para cada etapa son tremendamente conservadores y de ello dan fe cada mañana.

Por ejemplo, un día como el de ayer. Una sencilla pregunta: ¿Qué planes tiene para hoy?.

"Salvar el día", dice José Luis Jaimerena, segundo de Unzue en el Banesto. Salvar el día, en el argot de esta casa, es acabar la jornada sin incidentes, crear los menos problemas posibles a los demás y confiar en que los demás se comporten en la misma medida. Banesto no empieza su carrera hasta el domingo: han digerido el batacazo de Zülle y necesitan otro terreno para maniobrar a la contra. ¿Planes para hoy?.

"No hay planes", responde Manolo Saiz, a cuyo equipo le interesa dejar las cosas como están, para intentar el ataque al liderato el domingo. El ONCE no se planteaba utilizar el probable viento de costado. Tampoco tenía planes Álvaro Pino, del Kelme, un tanto enfadado ayer con la prensa española, que no le pregunta por Escartín.

¿Planes para hoy?. "Sí, tengo un plan, pero no está bien contarlo por la mañana", dice orgulloso Javier Mínguez, del Vitalicio. "Yo les reúno cada mañana y les digo las mismas tonterías. Puede que estén hartos de escuchármelas". Mínguez no está muy contento con lo que está pasando, porque no tiene las mismas aspiraciones que sus colegas: tiene un hombre para estar entre los diez primeros (Casero) y un colombiano para la montaña (Buenahora), pero necesita más que los demás el triunfo de etapa.

¿Planes para hoy?. Es Juan Fernández (Festina) quien responde: "Evitar las caídas".

Así que, reconocido este espíritu tan conservador, es fácil explicarse por qué los nuestros no parecen haber estado en el Tour cuando hoy se cumple la primera semana. Pero, bajo el argumento de la estrategia de grupo, bajo el deseo de proteger al líder, ¿es razonable aceptar esta falta de actividad?, ¿no es más útil dedicar un par de corredores a intentar la aventura sin poner en peligro el objetivo principal?

El gregario español pasa por ser un hombre disciplinado. Tanto es así que una buena parte de ellos dejan pasar su carrera sin saber lo que es ganar una etapa; por ejemplo, en Banesto, ejemplo de equipo supeditado a un jefe, tres corredores no han ganado nunca una etapa y otros tres sólo han ganado una. Tanto es así que Beltrán, fiel escudero de Olano y ahora de Zülle, vivió hace unas semanas los días más felices de su carrera en la Volta a Catalunya: ganó dos etapas y la general, cuando todo su expediente se limitaba a una victoria en la Clásica de los Puertos.

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