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54.000 millones para renovar el Kremlin

La Rusia que demora pagos de salarios y pensiones gasta sus fondos en recuperar la parafernalia imperial.

"¡Es magnífico!", exclamó Borís Yeltsin cuando el administrador de los bienes de la presidencia, Pável Borodín, le mostró el recién restaurado gran palacio del Kremlin. El presidente ruso se había empeñado en devolver su pasado esplendor al edificio que Nicolás I encargó en 1838 al arquitecto ruso Konstantín Thon y al que los comunistas despojaron de su parafernalia imperial. La obra está marcada por la polémica a causa de su costo (más de 50.000 millones de pesetas), difícil de justificar cuando ni siquiera se pueden pagar a tiempo salarios y pensiones. Borodín es uno de los personajes más poderosos de Rusia. Controla un imperio de compañías aéreas, flotas de automóviles, centros de vacaciones y dachas (residencias de descanso)de lujo. Hace cuatro meses, el fiscal general, Yuri Skuratov, aseguró que en la restauración del Kremlin y de las sedes del Parlamento y del Gobierno se habían manejado comisiones ilegales, y que las sospechas apuntaban a cortesanos de Yeltsin.

Hace tiempo que no se habla ya del asunto, tal vez porque Skuratov pagó con su cabeza ése y otros atrevimientos, como procesar al magnate Borís Berezovski, íntimo de la hija y asesora de Yeltsin, Tatiana. El Consejo de la Federación (Senado) rechazó el cese de Skuratov, pero el presidente le suspendió de sus funciones, lo que en la práctica casi es lo mismo. Antes, la televisión estatal intentó desacreditar a Skuratov al mostrar a alguien que se le parecía enormemente practicando juegos de cama con dos prostitutas al mismo tiempo.

El pasado miércoles, Borodín anunció que, a falta de pequeños detalles, habían concluido los trabajos de restauración del gran palacio del Kremlin que, señaló, han costado 335 millones de dólares (unos 54.000 millones de pesetas). Un precio que defendió como razonable al compararlo con el de las reformas en la Casa Blanca de Washington: 300 millones de dólares (más de 48.000 millones de pesetas). Lo que se calló es que el presupuesto anual de Rusia equivale al semanal de EE UU.

Otra obra de restauración en el Kremlin, la del antiguo palacio del Senado y hoy residencia presidencial, costó anteriormente cerca de 80.000 millones de pesetas.

Unos días antes se había anunciado el aplazamiento indefinido del censo de este inmenso país bicontinental de 146 millones de habitantes. Ya llevaba un año de retraso, y se consideraba de gran importancia no sólo para obtener un retrato exacto de la nueva Rusia (el último se hizo en 1989), sino también para garantizar la limpieza de las presidenciales de junio-julio del 2000. El motivo alegado era el precio: 20.000 millones de pesetas.

Lo más probable es que dentro de unos meses nadie recuerde esta polémica, una vez que el patriarca ortodoxo Alejo II bendiga el palacio y que éste se abra al público, probablemente en septiembre. Uno de los platos fuertes será la sala de San Jorge, de más de 1.000 metros cuadrados, con paredes de mármol y 18 columnas con los nombres de otros tantos caballeros de la orden del patrón de Moscú. La restauración era imprescindible, ya que algunas partes del palacio se hundían varios centímetros por año y las grietas amenazaban la supervivencia de varias salas. La polémica se centra más bien en el costo de la obra y la forma en que se ha efectuado, que tiene tintes de revancha.

Hasta la revuelta de febrero de 1917, el palacio era la residencia en Moscú de la familia imperial. Tras la revolución bolchevique de octubre, se despojó al edificio de todo cuanto recordase al régimen derribado, y se utilizó para las sesiones del Sóviet Supremo y los congresos del partido comunista, entre ellos el vigésimo, en 1956, con el que Nikita Jrushov abrió la puerta a la desestalinización. Una sala con capacidad para 2.500 personas, dominada por una monumental estatua de Lenin, y resultado de la unión de las de San Andrés y San Alejandro, acogió este acontecimiento, que cambió el curso de la URSS. Ahora han vuelto a separarse y no queda sitio para Lenin.

¿Y si un comunista llegase a la presidencia? Después de todo, el partido de Guennadi Ziugánov es el más fuerte de Rusia. Pero Borodín está tranquilo. Quienes "podrían destruirlo todo" no llegarán al poder. Y, en cualquier caso, opina, nunca se repetirá la sistemática destrucción de monumentos que ordenó Stalin.

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