Marley enriquecido

Llamarse The Wailers supone una tremenda responsabilidad. Todo el reconocimiento obtenido por el reggae en las últimas décadas a escala mundial es, en buena parte, consecuencia del impacto causado por Bob Marley y su grupo. Si bien todavía abundan profanos que dicen conocer al primero pero ignoran al segundo, Wailers no sólo es una marca registrada, es sinónimo de continuidad en la historia del reagge. Así lo entendieron los aficionados que llenaron la sala Roxy el lunes por la noche en el inicio de su minigira española y corearon sin cesar el rosario de canciones que desgranaron a lo largo de dos horas en un ambiente que olía inequívocamente a verde jamaicano. Capitaneados por el bajista Aston Familyman Barrett, el más veterano de la formación a falta de personajes legendarios como Peter Tosh, sorprendieron a sus más conspicuos admiradores con un repertorio procedente de la era Marley, pero que huía de lo más sobado y había sido reelaborado a la medida de la remozada formación, en la que, aunque permanecen Barrett y el teclista Wire Lindo, cambia bastante con la incorporación de un nuevo cantante con mayor personalidad escénica y expresiva que el anterior, una sección de viento integrada por reputados músicos presentes en multitud de créditos de la vasta producción reggae y un sugerente dúo vocal femenino. Nuevos arreglos en torno a un tronco inamovible representado por el delicado colchón del bajo y el hipnótico pulsar de Lindo, dieron a las canciones popularizadas por Marley (menos conocidas de lo habitual, excepto Get up stand up, Roots, rock reggae, Waiting in vain, Positive vibrations, Satisfy my soul y alguna más) una nueva textura, más rugosa y terrenal que en versiones precedentes. Lo que prueba que The Wailers no están dispuestos a ser meros reproductores de éxitos, sino que saben y pueden enriquecer el legado del gran santón del reggae sin desvirtuarlo.