_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Estrecho

En algún acomodado despacho del Ministerio del Interior, con una perspectiva de mapas logísticos y fronteras calientes presidiendo el escenario, alguien ha tomado la decisión de invertir 25.000 millones de pesetas en blindar la marca norteafricana del hambre. Es mucho más razonable corregir la miseria que vigilarla. Pero corren malos tiempos para la cordura y, con el propósito de acabar con el derecho del hombre a mejorar su existencia, van a ponerle rejas de alta tecnología a los vientos africanos que empujan a las pateras hasta nuestras costas. Esta democracia nuestra tiene esa doble cara de la falsa moneda: la política que hace política con sus baños de solidaridad internacional y la real que es capaz de escanear las fronteras para ver si hay moros en la costa. En verano ponga un saharaui en su casa; el resto del año copemos de picoletos y perros la frontera. Alta tecnología para tan baja catadura social. Ésa es la política de solidaridad con los desheredados que firma este ministerio. Europa nos ordena y Madrid se cuadra. Y ojo con rechistar que Bruselas puede jugar con el lino, pero con la emigración sólo entiende de estopa. Así volveremos a ver en las costas de Cádiz, Almería y Málaga multiplicarse los muertos que no quisieron morir de hambre en sus tierras yermas. Nos han convertido en los guardias de la porra de la frontera sur del bienestar. Por ahí abajo que no pase un moro, un senegalés o un argelino. El Estrecho para los estrechos de Interior y para los imperativos de Bruselas. No se extrañen si nuevamente descubrimos, en las fotografías de nuestros periódicos, los trágicos sudarios de arena de una oleada de emigrantes varados en nuestras playas. Están obligando a que paguen con sus vidas el derecho a vivirla más dignamente. Así de bestial es la cosa. Vienen para vivir aún sabiendo que el Estrecho no es su amigo y que en los plásticos de Almería o en las cortijadas de Córdoba y Jaén tampoco se van a encontrar con un patrón que bien les pague. Huyen de la miseria del otro lado para enriquecer a los de este otro. Aún así van a enterrar en la frontera 25.000 millones en radares, rayos infrarrojos y visores de alta tecnología. ¿Para protegernos de los emigrantes? Que se lo pregunten a la brasileña que en una comisaría de Bilbao le han enseñado la versión hispana y brutal del Pan de Azúcar.J. FÉLIX MACHUCA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_