Los expertos admiten que denunciar los abusos es un "calvario" para los niños
Con el sistema actual, los niños que denuncian que han sufrido abusos sexuales se ven abocados a un calvario de interminables declaraciones y exploraciones, incluido el enfrentamiento visual con su agresor, de los que suelen salir traumatizados. Así lo reconocieron ayer en Valencia los expertos en casos de abusos a menores de la Policía, Guardia Civil, Fiscalía, médicos, abogados, asistentes sociales, psicólogos y la Comisionada del Menor de la Generalitat.
"Muchas menores no quieren denunciar que han sufrido abusos sexuales porque lo pasan muy mal recordando tantas veces, en los sucesivos interrogatorios, una cosa que intentan olvidar", asegura un responsable del Grupo de Menores de la Policía. En la reunión, convocada por la ONG Apremi, todos los estamentos que participan en la investigación de los delitos sexuales sufridos por menores reconocieron que el protocolo que firmaron hace tres años para reducir los trámites y el daño psicológico causado a las víctimas, apenas da resultado. "Es imposible, porque los jueces se tienen que ajustar a la ley y acaban pidiendo nuevas comparecencias del menor en presencia de todas las partes, incluido el agresor", admite este policía, acostumbrado a que ante esta tesitura la víctima infantil le espete al juez: "A mí no me ha pasado nada" para escapar cuanto antes de ese calvario. Ante el fracaso de ese protocolo, la fiscal de menores Teresa Gisbert propone una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: "Los protocolos no sirven porque sólo los cumplen los profesionales que están concienciados sobre el problema, es necesario cambiar la ley", postula. Gisbert aclara que hay un proyecto de ley para precisar cómo debe ser la comparecencia del menor en la vista oral, pero ella defiende otra reforma legal para regular todos los pasos que hay que dar desde la denuncia hasta el juicio. Propone que en la única declaración de la víctima, en el juzgado de guardia, sea un psicólogo el que escuche por teléfono las preguntas del juez, el fiscal y los abogados (que seguirían la declaración a través de un cristal desde otra sala) y se las transmita con tacto al niño. También quiere evitar que el menor sea explorado en el hospital y dos meses después por el forense.
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