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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pulso en Moscú

EL PRIMER ministro ruso, Evgueni Primakov, ha reiterado ante las principales fuerzas políticas su decidida oposición al procedimiento para destituir a Yeltsin que la Duma ha incluido, a partir de mañana, en el orden del día. El Parlamento, dominado por los comunistas, pretende acusar al presidente ruso por su papel en la destrucción de la URSS en 1991, por haber utilizado la fuerza en 1993 contra una rebelión de diputados y por desencadenar la guerra contra Chechenia en 1994. El debate parlamentario, aplazado hace un mes, coincide con especulaciones crecientes sobre la posibilidad de que Yeltsin destituya a Primakov, el hombre que dirige el país desde septiembre y que se perfila como el candidato más firme si decidiera presentarse a los comicios presidenciales del 2000. Altos funcionarios han restado verosimilitud a esta suposición, pero no cabe olvidar que Yeltsin, a quien su enfermedad ha hecho impredecible, destituyó en 1998 a otros dos jefes de Gobierno.Lo que menos necesita Rusia en las circunstancias presentes es acrecentar su ya peligrosa inestabilidad. El gigante euroasiático sufre una degradación económica tan imparable como su fragmentación política, está embarcado en una delicada mediación entre Milosevic y la OTAN de la que puede depender el final de la guerra en los Balcanes y afronta en diciembre de este año elecciones generales, a las que seguirán las presidenciales. En Moscú es imprescindible un Gobierno firme, que facilite la recuperación en las urnas de la legitimidad política. Por el momento, y pese a sus abultadas carencias, parece que sólo Primakov es capaz de empuñar la batuta que impida el desplome definitivo. Aunque Yeltsin, tan impopular como vulnerable, cuenta todavía con formidables poderes constitucionales, que Rusia deberá revisar si quiere aproximarse a la normalidad democrática.

La destitución de Yeltsin es más que improbable, por lo complejo y largo del procedimiento y las instancias implicadas. Pero la defenestración de Evgueni Primakov tampoco ayudaría en nada al valetudinario presidente ruso. Los comunistas, pese a sus tendencias acusadamente reaccionarias, han renacido de sus cenizas de 1991, hasta convertirse en el partido más popular. Primakov, ex miembro del Politburó, quintaesencia del apparatchik, tiene un fuerte apoyo en la Cámara baja, y Yeltsin no tiene un candidato alternativo que pueda conseguir los votos necesarios del Parlamento para ser designado primer ministro. En última instancia, Primakov, a quien Yelstin aludió el mes pasado como "un hombre útil... todavía", ha conseguido recientemente sacar otros 4.500 millones de dólares de los bolsillos del FMI con las consabidas promesas de poner orden de una vez en el caos financiero de su país. Y, a la luz de la situación, éste no es un argumento menor.

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