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Asesinato de una estrella

Matan en la puerta de su casa a la popular presentadora de un programa de sucesos de la BBC

Isabel Ferrer

A los 37 años, Jill Dando, una de las presentadoras más famosas de la BBC, parecía haber hecho realidad sus sueños. Adoraba su trabajo y era la preferida del público. Era la "atractiva chica de al lado", soñada por cualquier británico medio. Por una vez, la audiencia femenina pensaba igual. Espontánea y con sentido del humor, su falta de divismo convertía sus programas en éxito seguro. A punto de contraer matrimonio en otoño, hasta su vida privada marchaba bien. Pero todo acabó al mediodía de ayer de la manera más trágica. La periodista cayó asesinada en el portal de su casa londinense, en el céntrico barrio de Fulham. La policía sigue ahora la pista de un varón de raza blanca, bien vestido y que abandonó a toda prisa la escena del crimen con un teléfono portátil en la mano. Por una ironía del destino, la muerte de la presentadora está siendo investigada por Scotland Yard con la misma minuciosidad tantas veces descrita por ella misma en Crimewatch, uno de los espacios que presentaba. Centrado en los crímenes que han quedado sin resolver, este programa suele rememorar, con ayuda de los propios agentes, los últimos minutos de ciudadanos desconocidos para el gran público.

Sus vecinos no daban crédito a lo sucedido. "Oí un grito de sorpresa. Cuando salí a la calle, Jill yacía en el suelo en medio de un gran charco de sangre", dijo Richard Hughes, un joven que vivía en su barrio. "Como todos los personajes famosos, Jill Dando estaba expuesta a la parte más oscura de su popularidad", señaló Scotland Yard poco después de que el hospital de Charing Cross, en el centro de la capital británica, confirmara el óbito. En el caso de la periodista, la sombra que la perseguía era la de un admirador fanático. De 62 años, el pasado año le enviaba cartas y la llamaba sin cesar por teléfono. Hasta llegó a introducir una nota por debajo de su puerta cuando ella apareció retratada en una revista del corazón con su prometido, el ginecólogo Alan Farthing.

El hombre que fue visto en la escena del crimen tenía entre 30 y 40 años, así que este perseguidor no encaja, de momento, con la descripción del sospechoso. Pero eso no era todo.Desde que, en 1995, se hiciera cargo de Crimewatch, Jill Dando temía por su seguridad personal. Para quedarse tranquila acudió a comentarlo a la comisaría que ahora busca con denuedo a su asesino. En realidad, tanto ella como Nick Ross, que compartía las labores de presentación, se mantenían al margen de la investigación sobre los delitos reconstruidos en la pantalla. "El peor momento de mi vida lo pasé en el plató de Crimewatch", recordó hace poco Dando. Tenía que entrevistar a Danielle Cable, que vio morir a puñaladas a su novio en una reyerta en plena autopista. "Me temblaban las piernas y tenía un nudo en el estómago. Cuando todo acabó, ambas nos pusimos a llorar en el pasillo", dijo la periodista.

Según sus colegas de la BBC, que ayer apenas podían hablar sin emocionarse, era tan natural como sincera, y el público lo notaba. Hasta la reina Isabel II expresó "su dolor ante tan sensible pérdida". El líder laborista, Tony Blair, dijo que tenía "tanto talento como atractivo". Pero tal vez el jefe de Dando acertó más que ninguno al asegurar que "la fama no se le había subido a la cabeza", señaló con voz entrecortada John Birt, director general de la emisora pública en el telediario de las seis de la tarde. Dicho informativo fue uno de los trampolines que lanzaron al estrellato a Dando, curtida en los estudios regionales.

Nacida en Weston-super-Mare, localidad del sur de Inglaterra cercana a Bristol, la periodista conoció su primera rotativa a los 18 años. Aunque ella recordaba su infancia y su adolescencia como la de "una chica feúcha, de dientes prominentes, gruesas gafas y una ropa anticuada", su primera aparición ante las cámaras nacionales en un telediario matutino, en 1988, fue un éxito instantáneo. Con unas cuantas mechas en su pelo rubio, lentillas y unos vestidos bastante más favorecedores, su cara despertaba a la audiencia con una sonrisa resplandeciente y un buen trabajo periodístico. Luego, durante siete años, hizo un programa de información turística, hasta que en 1995 la llamó el equipo de Crimewatch. El público que seguía a Jill Dando, "su" público, la echará de menos como a una buena amiga.

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