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BALONCESTO Fase final de la Liga ACB

El Madrid golpea primero

Pese a poner en apuros a su rival, el Fuenlabrada pagó su inferioridad en el rebote

Lejos de resultar anecdótica, la presencia del Fuenlabrada entre los ocho mejores de la Liga es un hecho al que le sobra justicia. Que se lo digan al Madrid. Alguien podía pensar, a priori, que para el conjunto blanco el duelo con su vecino del sur sería un asunto menor, a resolver cuanto antes. Y quizá lo resuelva pronto, no en vano el primer golpe lo ha dado él y el primer punto ya es suyo. Pero le va a costar horrores derribar al Fuenlabrada, un equipo fantástico, al que sólo le falta profundidad en su banquillo. Que no es poco. Tampoco goza el Madrid de un grupo de suplentes que resuelvan, cierto es. Pero ocurre que cuando sus cuatro cañoneros, Herreros, Angulo y los dos pívots, coinciden en su acierto, el asunto acostumbra a teñirse de blanco. Eso pasó ayer. Al Madrid le acribillaron desde la lejanía, 13 de 25 lanzamientos triples convirtió el Fuenlabrada, lo que no le sirivó a éste más que para engordar sus estadísticas. Engordar para morir, a qué negarlo. Porque bastó que el Madrid se pusiera serio bajo los aros, lo que sólo ocurrió en la segunda parte, para que la igualdad pasara momentáneamente a mejor vida.

REAL MADRID 77

FUENLABRADA 72Real Madrid: Lasa (5), Santos (3), Herreros (17), Tanoka Beard (17), Struelens (15); Sergio Luyk (4), Angulo (13), Bobby Martin (3) y Victoriano (0). Fuenlabrada: Ferrán López (9), Carlos Cazorla (11), Perasovic (15), Oduok (8), Huffman (10); Brabender (9), Paco Martín (8) y Guardia (2). Árbitros: Fajardo, García Ortiz y Bultó. Excluyeron a Cazorla y Santos. Unos 2.500 espectadores en el Pabellón Raimundo Saporta. Primer partido de los cuartos de final de la Liga ACB.

El Madrid arrancó dormido y así anduvo hasta el ecuador de la primera parte (15-18). Santos se había pegado a Perasovic y a éste se le nubló tanto la vista que acabó el partido con unas estadísticas lacrimógenas (cuatro tiros de campo convirtió de los 14 que lanzó). Pero el Madrid andaba obtuso en la dirección, razón por la que Luyk optó por cambiar de base.

Apareció entonces Victoriano en la pista y se hizo el caos. El argentino vive acelerado, lo intenta todo y todo le sale mal. Si lanza un triple no toca el aro; si busca un pase sorpresa, sorprende a todos, incluso a los suyos; si decide, en fin, serenar el juego, le ocurre como en aquella jugada de la segunda parte, en la que tardó más de los diez segundos permitidos en pasar del medio campo.

No se escapó el Fuenlabrada en el marcador porque Perasovic malvivía preso de sus vigilantes. Todo se mantuvo igualado en el descanso (34-33). Pero, de nuevo al mando de Lasa, el Madrid volvió a manejar el partido con cierta coherencia. Un parcial de 13-0 dejó todo visto, supuestamente, para sentencia (55-42, m.29). Y en supuesto se quedó ese amago de despedida. La andanada de los blancos no deshizo a su rival, que pese a acabar perdiendo la batalla bajo los aros (capturó 34 rebotes por 43 del Madrid) siguió iluminado en la larga distancia, con la excepción ya apuntada de Perasovic, cuyas estadísticas se adecentaron merced a los tiros libres.

Casualidad sería, faltaría más, que el Madrid perdiera de nuevo el rumbo cuando regresó Victoriano a la pista. El caso es que en cuatro minutos los de Luyk no fueron capaces de hacer más que seis puntos, con lo que el Fuenlabrada pudo, pasito a pasito, ponerse heroico. 63-63 rezaba el marcador a falta de cuatro minutos, para jolgorio de los muchos aficionados fuenlabreños que hasta allí se acercaron.

Resulta difícil negar que en esos instantes definitivos los árbitros mostraron cierta permisividad con la defensa blanca. Pero no fueron los jueces los culpables de que el Fuenlabrada se liara en un par de ataques que pudieron permitirle creerse lo que soñaba. 13 segundos restaban y la diferencia era mínima (73-70). Pero el Madrid mantuvo la calma en los tiros libres y el partido murió con la sensación de que los blancos siguen jugando con fuego. Y quemándose de vez en cuando, como le ocurrió ayer, a ratos, ante un rival que es mucho más que un intruso en el paraíso.

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