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Los móviles, al banquillo

El Reino Unido analiza todos los estudios efectuados sobre los posibles riesgos de los teléfonos portátiles

Isabel Ferrer

En el centenario de la primera transmisión inalámbrica de señales a través del canal de la Mancha, efectuada en 1899 por Guillermo Marconi, el Reino Unido -que nombrara marqués al inventor italiano- ha decidido acabar con los rumores sobre los posibles riesgos sanitarios derivados del uso del teléfono portátil. Sin duda, al más popular de los aparatos surgidos gracias al genio del padre de la telefonía, al ya familiar móvil, se le atribuyen desde pérdidas de memoria a fallos de la capacidad cognitiva. Aunque ningún investigador ha podido demostrar que sea dañino, las dudas persisten. Despejarlas de una vez no sólo ayudará a la industria de las telecomunicaciones. La sanidad pública sabrá a qué atenerse cuando los ciudadanos atribuyan al ingenio sus jaquecas.

Tessa Jowell, secretaria de Estado laborista de Sanidad, se autoproclamó "campeona de la salud nacional" para anunciar que había encargado una profunda revisión de las investigaciones realizadas hasta hoy en este campo. "Se trata de un área tecnológica en constante evolución que nos afecta muy de cerca. Por eso espero que los expertos consigan evaluar los riesgos, si es que los hay, de los teléfonos celulares", ha dicho. De su encargo se ocupará el Consejo Nacional de Protección Radiológica, organismo independiente que también asesora al Gobierno acerca de los campos electromagnéticos.

De su imparcialidad no duda nadie, en especial desde que aconsejaron retirar los bolígrafos láser del mercado. Similar a un puntero de los utilizados en las conferencias para señalar imágenes proyectadas en una pantalla, puede dañar la vista si es dirigido hacia los ojos.

"Con los teléfonos portátiles es distinto", señala Michael Clarck, su portavoz científico. "Las dudas son legítimas, pero la información que llega ahora al consumidor no está contrastada. Por ejemplo, es evidente que producen calor y estudiaremos sus consecuencias en el organismo. Sin embargo, sin saber aún a qué atenernos, circulan ya teorías acerca de supuestos tumores cerebrales, pérdidas de memoria o alteraciones del pensamiento".

De momento, Clarck sostiene que no aumentan la temperatura del cuerpo. "Tal vez podrían subir la presión sanguínea. La verdad es que no lo sabemos aún", añade. Uno de sus colegas, Alan Preece, de la Universidad de Bristol, ha analizado también los efectos de las ondas propagadas por los portátiles en la memoria y capacidad de reacción de las personas.

Subvencionado por el Ministerio de Sanidad, de su trabajo se deduce que estas frecuencias no alteran la memoria. En cuanto al ligero retraso observado en las reacciones de los 18 voluntarios analizados, el mismo Preece sugiere que el calentamiento de los equipos utilizados en el ensayo podría ser la causa de ello.

Otro trabajo similar que investiga los problemas de aprendizaje y cambios operados en el cerebro de ratas expuestas a las microondas de los móviles no ha concluido todavía. Empeñado en dar por fin una respuesta clara a los temores ciudadanos, el Gobierno británico apoya, además, varios estudios internacionales elaborados, entre otras, por la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud. ¿Y si concluyen que el uso de los teléfonos portátiles puede ser perjudicial? "Entonces lo diremos sin rodeos, pero carecemos, de momento, de pruebas", contesta Clarck.

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