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"Nit del foc" sin tregua

No se podía apartar la vista del cielo ni para consultar la hora. La fantasía pirotécnica no concedió ni un respiro al medio millón de espectadores que, según las estimaciones de la Policía Local, presenciaron en la madrugada de ayer la Nit del Foc. Durante los 18 minutos que separaron el disparo de la primera y la última carcasa el cielo apenas se oscureció. Palmeras, fuentes versallescas, círculos concéntricos y demás caprichos de pólvora se sucedieron sin descanso en el castillo de fuegos artificiales más espectacular y ruidoso de los últimos años. Así lo entendió el público, que aplaudió a rabiar y lanzó gritos de admiración en los momentos más culminantes de la función pirotécnica. Pero, como en los mejores guiones de intriga, cada capítulo deparaba una sorpresa. Cada vez que la gente ponía un broche de palmas a lo que parecía el estruendoso final del castillo, la pirotecnia Arnal de Moncada sacaba del sombrero de copa otro ramillete de carcasas. El público iba de un pasmo a otro hasta que ardió el último de los 2.000 kilos de pólvora que incluía el menú. El fragor del espectáculo, en ocasiones propio de una mascletà, hizo las delicias de la gente. Sin embargo, nada despertó tanta admiración como los telones luminosos de centenares de metros de anchura, como el que muestra la imagen, que no dejaban resquicios a las tinieblas. "Parece un sauce llorón", comentaba un espectador ante uno de estas creaciones de pólvora de tonos anaranjados. La ligera brisa que soplaba alejó el humo y aumentó la espectacularidad del castillo. Sólo se le pueden poner tres pegas: dispararon carcasas desde el pontón provisional (un lugar vedado a los pirotécnicos en los últimos años por medidas de seguridad), comenzó con unos minutos de retraso y algunas carcasas estallaron a escasa altura, fuera del campo de visión de muchos espectadores que colapsaban los alrededores del paseo de la Alameda. Cuando terminó el castillo, muchas personas tardaron más de media hora en salir de la aglomeración. El mayor colapso se produjo en la plaza de Zaragoza, por la gente que se dirigía a las verbenas de las avenidas de Aragón y Blasco Ibáñez.

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