Woody ha vuelto
Desde que hace aproximadamente treinta años vi por primera vez una película de Woody Allen en Argentina, Bananas, no he dejado de acudir a las citas cinematográficas que este gran observador neoyorquino de gentes nos ha propuesto desde entonces.No soy un fanático, aunque sí un gran admirador de este cineasta brillante y sagitariano, con aspecto de desarraigado de gran ciudad, tanto por lo que dice como por lo que, en general, hace. Y lo que había hecho en los últimos años, a pesar de momentos de gran destello y acierto indudable, no me había colmado totalmente. Ayer, no obstante, acudí a compartir su última propuesta, Celebrity, y me encontré con el Woody Allen cáustico, incisivo, profundo, dubitativo y genial de sus mejores épocas. Tanto que no pude menos que estar de acuerdo con la afirmación que la periodista Rocío García hacía sobre él en este mismo periódico: "...refleja como nadie las angustias de la gente del mundo entero".
El tema esencial de la película (la obsesión por la fama en Estados Unidos, que bien podríamos extrapolar a España, con los matices que deseemos), diálogos soberbios, escenas llenas de ironía y burla hacia el mismo Allen, actores y actrices descollantes (con las excepciones que queramos), fotografía excelente y una música... ¡una música...!, convierten a este nuevo trabajo de Woody en un verdadero oasis de placer y reflexión.
Y, como siempre, como telón de fondo de su argumento, el verdadero protagonista: el amor. En una de las últimas escenas, una de
las protagonistas se encuentra con su ex en el hall de un cine y le espeta: "...no importa lo que digan los psiquiatras, psicoanalistas o quien sea: en el amor, lo único que cuenta es la suerte". Como en muchas ocasiones, Woody tiene razón y la manifiesta con una sencillez y coherencia apabullantes. -
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