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Apisonadora

Uno de ellos se encuentra al borde del abismo; otro agudiza su imparable proceso de radicalización; el tercero contiene turbulencias internas todavía por resolver. En esas circunstancias, no es extraño que el partido en el gobierno acaricie el sueño de la omnipotencia. Con Unión Valenciana atrapada por la atracción letal de lo extraparlamentario y Esquerra Unida chapoteando en el espeso plasma de su ensimismamiento, sólo el PSPV ha entendido hacia dónde hay que correr, aunque, tocado por el vértigo de la inestabilidad, las piernas no le respondan en el sprint. El panorama no puede ser más favorable al PP para consolidar el próximo mes de junio esa mayoría absoluta desde la que sus estrategas aspiran a dirigir en solitario la Generalitat. Los sondeos apuntalan la apuesta y dan sentido a los movimientos políticos que ejecuta o induce Zaplana desde el Palau. El objetivo es el poder total. La larga mano de esa ambición maneja el goteo de deserciones regionalistas que debilita a un partido donde ni el pánico al fracaso consigue atajar la fiebre de la división. Es tan larga esa mano que llega a tocar al PSPV (¡que se lo pregunten al tránsfuga Garés!). Mientras en EU parece irreversible la dinámica hacia la implosión, los socialistas ensayan la manera de hacer permeable su programa a sectores diversos de la sociedad, buscan el camino para abrir sus debates a gente plural. El problema es hasta qué punto la novedad (los documentos que emanen del Foro XXI permitirán asomarse a lo que una izquierda moderna puede llegar a ser) empapará en la práctica la alternativa política de Joan Romero. El conservadurismo de la organización, el pulso interno entre tribus, aparcado en una tregua que disimula mal su provisionalidad, la falta de imaginación y una inédita precariedad (un partido que estuvo casi década y media en el poder se ha encontrado de repente con la crudeza de la intemperie) lastrarán las opciones del PSPV. Y sin embargo, todo está por ver. Aunque haya quienes ya se han instalado en las gradas esperando el desastre para arremeter entonces contra el entrenador, el margen de juego no es despreciable. Las próximas elecciones autonómicas se plantean como una apuesta a todo o nada entre la prepotencia del PP y la capacidad de los socialistas para movilizar un bloque a la vez moderado y multicolor. Si la contienda barre del mapa político a Unión Valenciana o no, si reduce a Esquerra Unida a la mínima expresión, son incógnitas que revelan, en su propia formulación, la magnitud del envite. Por eso, desborda los intereses estrictos de partido el reto de evitar que suministren los votos más combustible a la apisonadora popular.

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