La Real ratifica sus carencias
El conjunto donostiarra no fue capaz de superar a un Tenerife que no hilvanó una sola jugada
La Real Sociedad puede ya rumiar una certeza: sus últimos dislates no obedecen a coyunturas pasajeras. Su depresión es auténtica y profunda. Y el Tenerife necesitará mucho más que palmadas en el pecho para asegurar que juega al fútbol.Los despropósitos en Anoeta tuvieron ayer tal magnitud que pudieron otorgar, en una de las piruetas sarcásticas del fútbol, la victoria a un Tenerife que logró lo imposible. No hilvanó una sola jugado en noventa minutos. Cualquier otro equipo hubiera arrollado a una Real replegada en sus traumas. Los donostiarras se acercaron al encuentro con la rigidez de quien se reconoce frágil. También con los temblores propios de un equipo que al no saber imponerse lejos de Anoeta empieza a contemplar las citas domésticas con un punto prematuro de desesperación. La presión, voluntariamente autoimpuesta, acabó anestesiando la locuacidad del grupo. La Real, habitualmente acostumbrada a hurgar desde su solidez en las dudas ajenas, exhibe ahora su perfil más endeble. Este equipo no tiene sobre quién sujetarse; tampoco desde qué construir. Ni su defensa es sólida, ni su centro de campo cultiva la imaginación, ni los que tienen que preocupar a la defensa rival preocupan. Así, cualquier equipo con autoestima y un principio de inteligencia puede regalarse, cuando menos, el empate sin goles. Y a poco que ose, propaga el pánico en el área blanquiazul . Como el Tenerife, que aterrorizó a los defensores realistas con un balón botado de forma infantil por Chano, ofuscó al portero y alegró a un incrédulo Lussenhoff.
REAL SOCIEDAD 1
TENERIFE 1Real Sociedad: Alberto; Aranzabal, Loren, Pikabea, López Rekarte; Gómez, Sa Pinto, Gracia (Idiakez, m. 45), De Pedro; De Paula (Cvitanovic, m. 62) y Kovacevic. Tenerife: Montoya; Llorente, Lussenhoff, Alexis, Pablo Paz; Chano, Emerson, Pinilla (Jokanovic, m. 59), Basavilbaso (Javi López, m. 73); Juanele y Pier (Makaay, m. 82). Goles: 0-1. M. 24. Lussenholf remata la botadura de una falta que no acierta a despejar la defensa realista. 1-1. M. 63. De Pedro convierte un penalti señalado sobre Darko Kovacevic. Árbitro: Medina Cantalejo, del colegio andaluz. Mostró cartulinas amarillas a los jugadores de la Real Sociedad Loren, Gómez y De Pedro y al guardameta del Tenerife Navarro Montoya. 22.300 espectadores en Anoeta con una recaudación de 1.400.000 pesetas
La Real, que marcaba el paso no por decisión propia sino por dimisión ajena compuso un amueca de perplejidad y decidió emprender las enmiendas pertinentes en la reanudación. Total, 20 minutos tirados. La discreción de De Pedro aniquiló una posibilidad: que el juego de su equipo aspirara a crecer con coherencia. La Real jugó en campo tinerfeño; éstos se limitaron a comprobar como los de enfrente se atascaban en su superioridad, se desinflaban sin decidir por dónde sacudir a un equipo al que el soplo más ligero hubiera tumbado. La Real hacía (poco) y deshacía (mucho más). Kovacecic no aparecía y el empuje de Idiakez era un desperdicio de ilusiones. Los donostiarras pudieron salir del impasse con su gol, un penalty sobre Kovacevic transformado por De Pedro. Pero la alegría, que precipitó primero los ímpetus atacantes, se disipó con la frustración. El centro del campo no tenía criterio para organizar otra cosa que la retirada a los vestuarios. Las ocasiones, espejismos surgidos de la acumulación de balonazos al área, acabó complaciendo al Tenerife. Aimar, atento a la incapacidad rival, sumó delanteros de refresco concediéndose una oportunidad de sorprender a un equipo que únicamente miraba (sin verlo realmente) a Montoya. Su desgracia es que no tiene con quién asustar, y menos defenestrar.
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