Fitur
"He quedado con mi mujer en Colombia", me dijo un amigo a quien encontré entre el gentío que llenaba los pabellones de Fitur. A pesar de que el día que estuve allí era reservado a los profesionales del turismo y a los informadores y no podía entrar el público, la gran feria me pareció una verdadera locura. España ocupa el segundo puesto mundial, detrás de Estados Unidos, en número de turistas y, así, Fitur es, según dicen una de las dos o tres ferias turísticas más importantes del mundo.La gente sale de los pabellones cargada con bolsas llenas de folletos. Y no sólo de folletos. En el pabellón de Canarias, por ejemplo, vI que repartían cactus. En el de Navarra, me dieron una botella de un licor hecho con esa mítica, mágica y algunos dicen afrodisíaca planta llamada mandrágora que al parecer era el árbol del Paraíso Terrenal. El licor viene en una botella que representa una bruja porque, por lo visto, lo tomaban las que hacían sus aquelarres en Zugarramurdi.
En muchos de los estans hay personas vestidas, podríamos decir para entendernos, de lagarterana o de su equivalente de cada lugar. Un amigo me hizo observar que el gasto de cada país ha hecho en la instalación de su están es inversamente proporcional a su renta per cápita. Cuanto más pobre, mayor gasto de representación en la feria.
Este principio tiene excepciones. Los países que reciben o esperan recibir mucho turismo clasifican su oferta por regiones. Cogí folletos de Catania, del Véneto, del Lazio, de la Costa Azul, de la Bretaña. Veo que en esta feria se ha dado mucha importancia al "turismo religioso". El Camino de Santiago, los santuarios de Polonia, Fátima y una caseta especial para la propaganda de las peregrinaciones a Lourdes. ¿Será para compensar las lúbricas danzas de otras casetas?
Mucho que ver en esta a la vez lucrativa, instructiva, divertida y excitante feria en la que participan 170 países, entre ellos, por primera vez, Palestina. Yendo con un amigo entre la gente le dije: "Si nos perdemos, dentro de media hora, en Palestina".
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