"Mira, con la falda por la rodilla"
El PP pide a las azafatas que se alarguen las faldas, y a los altos cargos, que eviten el coche oficial
Un partido de derechas tiene que cuidar las formas, por muy de centro que sea. Y no quedaría mono, debieron de pensar, que las azafatas fueran enseñando las piernas por el congreso como si de un concurso de televisión se tratara. Así que los encargados de organizar la llegada de José María Aznar al centro -tan cuidadosos con los detalles- pidieron a las jóvenes que se bajaran el dobladillo del uniforme, sin miedo, hasta la rodilla al menos."Al principio, nos dijeron lo de siempre", explican por separado dos de ellas, que deciden guardar sus nombres; "lo que ya sabemos sin que se nos tenga que recordar: que viniésemos bien peinadas, ni muy pintadas ni muy poco; muy limpias, eso sí; con el uniforme negro, el más elegante. Luego, añadieron algo ya menos habitual. Que nos cogiésemos el dobladillo por la rodilla, que no fuésemos por ahí enseñando las piernas. Míralo, por las rodillas...".
También les dijeron que no dijeran nada. "Y eso sí que nos pareció raro, la verdad", recuerda una de las azafatas; "¿qué misterio tiene un dobladillo?; si quieren las faldas más largas, pues más largas; con que paguen...".
Tampoco querían los dirigentes del PP que el congreso -el primero con Aznar en el Gobierno- se convirtiera en un alarde de poder. Y bien sabido es que la forma nacional de abrumar al vecino es comprarse el coche más grande del concesionario y aparcarlo después en la puerta, haciendo sonar la alarma un ratito, como descuidadamente, lo justo para que nadie se quede sin morirse de envidia. "Nos pidieron", admite un alto cargo, "que evitáramos el coche oficial, que viniésemos en taxi o en el coche particular; sólo los ministros vienen con chófer y escolta; así que ya ves, de ministro para abajo, todos de infantería...".
Al alto cargo no le parece mal, sin embargo, el pequeño sacrificio. "¿Te figuras la imagen que habríamos dado? Todos los coches oficiales aparcados ahí en la puerta, relucientes, con los chóferes esperando. No es de centro eso, ¿verdad?", sonríe socarrón.
A falta de más sorpresas -que un ministro se afilie al partido de su propio Gobierno tampoco parece la noticia del siglo-, los únicos comentarios más o menos mordientes giraron en torno al viaje al centro, precisamente. Y no sólo por parte de los periodistas. También de los altos cargos. Algunos de ellos -Aznar incluido- se acercaron por la mañana a abrazar a Manuel Calero, el compromisario más veterano, con los 100 años recién cumplidos. "Me han dicho mis amigos", confió con guasa a este periódico, "que no diga por ahí que yo soy de derechas, no vaya a fastidiarle el congreso a Aznar. Pero usted comprenderá que, a estas alturas, a mis años y habiendo sido los Calero de derechas de toda la vida, no voy yo ahora a cambiarme de chaqueta...".
La obsesión por centrarse -escenificada en mil y un detalles- también llegó a la cafetería. Según Mariano Rodríguez, el jefe de barra, los compromisarios no se han propasado ni con el vino ni con bebidas más contundentes. "Mucho café, eso sí", dice Rodríguez, "no he visto tomar tanto en todos los días de mi vida. Hoy habremos servido unos 5.000, que se dice pronto".
- ¿Y usted cree que ahí también se nota el centro?
-Sí, porque los de Comisiones y los de UGT se inflaban a cubatas.
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