Filipescu hace amigos

Después de una turbulenta semana marcada por el cruce de declaraciones entre jugadores y técnico, el Betis salió al Benito Villamarín con una idea clara: acallar con la victoria los dimes y diretes del vestuario y enmendar su más que discreta actuación durante la primera vuelta de la competición. Gracias al recién llegado Filipescu el objetivo se cumplió. El obús con el que resolvió una falta sobre Denilson al borde del área proporcionó a los béticos la tan ansiada victoria después de un encuentro que discurrió por dos cauces: el maltrato del balón y el aburrimiento hasta la extenuación.El gol se le niega al Betis de Clemente y para romper este sortilegio el de Barakaldo dispuso a su batería de ataque al completo: Finidi, Alfonso, Denilson y Oli. Con la calidad en el ataque y la seriedad en la defensa que imprime el veterano Ureña y el contundente Ayala, el Betis arrancó corajudo y arriesgando en el ataque después de sortear el primer toque de atención, y prácticamente el único con peligro del Alavés, que protagonizó Canabal ante la portería de Leal nada más iniciarse el partido. Las ansias de triunfo de los verdiblancos pronto quedaron patentes.

Alfonso acarició el gol en dos ocasiones antes de que se cumplieran los primeros diez minutos. En la primera, tras zafarse con estilo de tres defensores optó por jugársela y el tiro se le fue alto. La segunda nació de Filipescu que, con un pase técnico, depositó a los pies del madrileño medio gol que acabó en manos de Tito. Oli, Finidi y el voluntarioso Denilson también probaron suerte pero una vez más de forma estéril.

Tras un palpitante comienzo el ritmo decayó. El Betis controlaba el balón y al rival pero lento, impreciso y sin garra era incapaz de definir sus ocasiones, a lo que contribuyó la contundencia de Berruet y Karmona en la defensa. En la segunda parte, más de lo mismo para desesperación de los aficionados. El Betis gozó de dos aisladas ocasiones aéreas de Oli y Ureña, tan similares en su ejucución como en su resultado. Denilson lo intentó otras dos veces, pero el brasileño no acaba de aclararse ante la red. El gol de Filipescu otorga la serenidad que se anhelaba, pero no evitó que se oyeran los primeros pitos contra Clemente de una afición que, por entregada, desespera ante el inexistente juego de su equipo.