Turistas
DE PASADAHabía una clave secreta en la clasificación del Instituto Andaluz de Estadística que, año tras año, colocaba a Jaén a la cabeza de las ciudades andaluzas más apreciadas por los turistas, que elogiaban en especial la atención y el trato. Los entrevistados eran turistas de larga duración, llamados coloquialmente inmigrantes. Gracias al desmedido interés que despertaron estos visitantes ( sin mucho poder adquisitivo que les lleva a prescindir de alojamientos con estrellas) entre los agentes de policía de Jaén, la provincia volverá a batir plusmarcas en la encuesta estadística del año que viene. A pesar de que en la atención policial reinó cierta "descoordinación", a decir de la secretaria general de Asuntos Sociales, Amalia Gómez; los turistas de larga duración recibieron un tratamiento específico, sólo reservado a colectivos de élite como los veraneantes de algunos campus universitarios. Los inmigrantes son unos señores que se caracterizan por aspirar a salir de los países míseros en los que, por alguna extraña razón, deciden nacer. Hecho esto, se empecinan en contratar paquetes turísticos (el medio elegido casi siempre es el crucero) para visitar el Norte -nuestro Sur- después de bellísimas travesías marítimas, que a veces gozan de épicos finales como el del Titanic. Se diferencian de otros visitantes por su predilección por conocer la estructura socioeconómica andaluza de forma directa, sin guías que tamicen la realidad. Los invernaderos y los mercadillos les tientan especialmente. Muestran también una singular preferencia por hacinarse en chabolas. No les gusta el agua, la luz ni el teléfono. El último ejemplo han sido las cinco chozas calcinadas ayer en El Ejido (Almería), donde los residentes se alumbraban con velas, presumible origen del fuego. Dentro de sus extraños comportamientos se puede citar su singular rechazo a integrarse en las sociedades que visitan. En algunas localidades andaluzas, los autóctonos han denunciado que los inmigrantes se niegan a entrar en establecimientos de ocio para mantenerse puros a pesar de los continuos llamamientos de las autoridades en aras de la interculturalidad, una mezcla entre lo tuyo y lo mío sin que prevalezca lo de nadie. Los inmigrantes, ni caso y a lo suyo. Con una cabezonería increíble exigen trabajar de sol a sol, cuchitriles sin luz ni agua y vivir al margen de la ley. Serán egoístas. TEREIXA CONSTENLA
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