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... Y que cumpla muchos más

Jacinto Antón

"Así somos la gente de teatro, sobre el escenario lo que sea, pero a la hora de montar un festejo o de decir unas palabras resultamos ser un caos". Ángel Alonso hablaba a gritos, porque la música de salsa que sonaba a toda castaña en Luz de Gas no dejaba que se le oyese bien. Un caos, sí, pero un caos feliz. Embutido en una chaqueta de cuero, el miembro del equipo directivo de la sala Villarroel se desplazaba por el atiborrado local repartiendo abrazos de oso y tratando de mantener una lucidez y una sobriedad de cuerpo y espíritu que la fiesta pugnaba por arrancarle. El empeño en la seriedad de Alonso era curioso y contrastaba con el abandono de otros. Fue para muchos una sorpresa ver por ejemplo a Daniel Martínez, director de Focus, tan suelto: sonreía, bromeaba, explicaba confidencias sobre sus ganas de meterse en el negocio del cine. Incluso hay quien dice que le vio dar un paso de baile. La fiesta del pasado lunes por la noche para celebrar los 25 años de la sala Villarroel fue simpática y anárquica. Alonso apuntó que en ese aspecto el festejo resultó muy coherente con el espíritu del teatro. Hubo quien deploró que alguna de las actuaciones que se sucedieron en el escenario de Luz de Gas -actuaron Vol Ras, Esther Formosa con Toti Soler, Willy (de Teatre de la Bohèmia), Mon Plans y Jordi LP, con el Quimet de Comediants de maestro de ceremonias- no fuese la más idónea para la ocasión. Pero el ambiente y el gin-tonic disolvían cualquier ánimo de crítica. Varias intervenciones previstas fallaron a causa de la procelosa vida de la farándula: a Pepe Rubianes le salió un bolo, como a Ferran Rañé; y Toni Albà debió desplazarse a París para el entierro del maestro Lecoq. José Sacristán, quien se hizo con una mesita junto a la pista, fue el foco de muchas miradas. Muy hidalgo pidió a la concurrencia que guardara silencio durante las actuaciones, apelando al compañerismo. Fue la anécdota de la noche. La fiesta de cumpleaños de la sala Villarroel congregó a amigos de la sala muy diversos, desde veteranos canosos a gente muy joven, que no había nacido cuando se abrió la sala: entre ellos destacaron en la pista de baile una jovencita sinuosa y un fornido muchacho que resultó ser el hijo de Alonso. Entre la muchedumbre destacaban sudorosos rostros conocidos como fresas en la nata: los miembros de Tricicle, Anna Rosa Cisquella, de Dagoll Dagom... Un grupo de amigos de Madrid viajó para unirse a la fiesta, entre ellos Karra Elejalde y Rafael Álvarez, El Brujo. Pasada la una de la madrugada apareció Paco Morán. Ausencia casi total de representantes de las instituciones, con las que la sala suele ir más bien a la greña. Una excepción fue Antoni Bartomeus, delegado de teatro de la Generalitat. Acabadas las actuaciones, Alonso y sus colegas en la dirección de la sala Adolf Bras y José Antonio Ortega soplaron las preceptivas velas de la no menos preceptiva tarta. No es arriesgado decir que un deseo estaba en la mente de todos los presentes: que la Villarroel cumpla muchos más...

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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