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Reportaje:

El caserío se muda

Su robusta presencia exterior esconde un esqueleto viejo y ruinoso, abandonado a la suerte de los años y castigado por la insensibilidad patrimonial. El caserío Cachola, en San Sebastián, es uno de los 45.000 existentes actualmente en la geografía vasca. No es el más antiguo, ni siquiera el más estupendo, y sin embargo es singular por doble motivo: nació como un caserío-sidrería y será el primero en cambiar de emplazamiento mediante el procedimiento del traslado piedra a piedra. En idéntica situación de interinidad se halla el caserío Bengoetxe, en Sondika, que cambiará de ubicación a mediados de año debido a las obras de ampliación de la pista del aeropuerto vizcaíno. Declarado "bien cultural", Bengoetxe se sustenta desde el siglo XVI sobre unas vigas de madera que serán aprovechadas en su totalidad para erigir el nuevo caserío, una operación que ascenderá a 60 millones de pesetas. El caserío Cachola es posterior; fue construido a principios del XVIII y hoy se asoma al camino viejo entre Hernani y San Sebastián: no se sabe si el edificio estorba a la carretera o sucede a la inversa. El desarrollo urbanístico del Parque de Miramón ordenó su desaparición, pero gracias a que en un documento oficial constaba como "bien cultural de interés cualificado", el caserío Cachola se muda, aunque seguirá muy cerca de su actual ubicación. El traslado costará 54 millones de pesetas. El historiador Alberto Santana, que ha dirigido un estudio histórico del caserío para determinar la selección de los elementos que deben preservarse, asegura que Cachola "es un pequeño museo de la sidrería en sí mismo". Antes de acometer cualquier trabajo, se realizó un estudio arqueológico en el subsuelo, dirigido por Álex Ibáñez, quien efectuó dos grandes sondeos sin que la excavación advirtiera de la existencia de ningún vestigio de valor. Cuando la tendencia empuja a la reducción paulatina del censo de caseríos -en San Sebastián siguen de pie 200, pero han desaparecido 7,5 al año desde principio de siglo-, el Gobierno vasco decretó un régimen de protección para este inmueble rural, cuyo principal valor patrimonial es un lagar de madera que servía para la elaboración de la sidra. "Sin ser un caserío excepcional, sí es singular porque fue la primera sidrería de San Sebastián, una de las más frecuentadas en tiempos de la República, que repartía su sidra en un tonel rojo por varias sucursales de la ciudad", explica Santana. Cachola, habitado hasta noviembre por la familia Erdozia-Salaberria, estuvo muy vinculado a San Sebastián. Era un caserío que hoy servía para cruzar apuestas, mañana para albergar una exposición y pasado, una representación de teatro. Pero su seña de identidad fue la sidra, el motivo fundacional de Cachola. Junto con el lagar, se guardará la carpintería interior del edificio, un armazón a base de madera de roble de regular conservación, y el mostrador del antiguo establecimiento. Unas grandes traviesas en forma de horquilla, los tornillos tallados en madera de cerezo y un pequeño sistema semi industrial renovado en 1915 para producir el mosto de la sidra quedarán para la posteridad una vez consumada la reforma.

Piedras numeradas

El caserío Cachola será desarmará en dos meses y se montará en seis. Con la madera, se conservará parte del esqueleto pétreo. Son piedras de arenisca dorada rescatadas de la cantera de Igeldo (San Sebastián) y otras traídas de Deba. "Se aprecia un exquisito trabajo de cantería, porque aun no siendo voluminosas, están muy bien cortadas", dice Alberto Santana. Las más significativas, que corresponden a los esquinazos, dinteles, jambas y paredes maestras, se numerarán para facilitar su colocación en la futura estructura. Este procedimiento se empleó en 1979 para trasladar las Torres de Arbide, que también se asientan hoy en el complejo de Miramón. La diferencia es que aquella iniciativa fue voluntaria y ésta es una imposición patrimonial.

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