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La violinista coreana Kyung-Wha Chung debuta en Lleida y Barcelona

A finales de los años sesenta, la violinista coreana Kyung-Wha Chung (Seúl, 1948) se convirtió en la primera intérprete oriental que alcanzó el estrellato en la escena clásica internacional. Y lo hizo en un mercado dominado por los hombres que a duras penas aceptaba mujeres en las plantillas de las grandes orquestas, en el que pocas violinistas hicieron carrera como solistas. Chung debuta hoy en Cataluña con la Orquesta Sinfónica de Barcelona (OBC) en el Auditorio de Lleida; mañana actuará en el Palau de la Música de Barcelona.

A base de talento, tesón y convicción, Chung venció todo tipo de prejuicios, allanando el camino a las nuevas generaciones. "Nunca me he sentido esclava del violín, pero tuve que concentrar todas mis energías para imponer seriamente mi personalidad", afirma Chung, quien debuta en Cataluña con la OBC bajo la dirección de Salvador Mas. Aunque debutó en 1969 en Madrid al comienzo de su carrera, la violinista coreana, hermana del prestigioso pianista y director Myung-Whun Chung y de la violonchelista Myung-Wha Chung, debuta en Cataluña esta noche en el auditorio de Lleida y el viernes se presentará en el Palau de la Música, como solista del Concierto para violín núm. 2, de Prokofiev. "La magia y la fantasía sonora de Prokofiev es ideal para una sala arquitectónicamente tan hermosa y sorprendente como el Palau", asegura. El director catalán Salvador Mas completa el programa, que se repite el sábado y el domingo, con Ma Mère l"Oye, de Ravel, y la tercera sinfonía de Beethoven. Kyung Wha Chung, miembro de una familia que es una celebridad en Corea, probó las mieles del éxito a los tres años de edad, cantando en una emisora de radio de Seúl. "Canté tres canciones populares infantiles y mi madre comprobó al instante que mi futuro estaba en la música", explica. "Estudié piano desde los cuatro años y a los seis, cuando tuve por primera vez un violín en mis manos, supe que había nacido para ser violinista". Precocidad A pesar de su precocidad musical -a los nueve años actuaba en giras con sus dos hermanos-, Chung asegura que nunca se sintió intimidada por el público. "Al contrario, disfrutaba siendo el centro de atención de todo el mundo". A los 12 años abandonó Corea para completar su formación en la célebre Juilliard School de Nueva York, donde estudió con legendarios profesores como Ivan Galamian y Joseph Szigetti. "Con ellos aprendí el estilo de las escuelas violinísticas europeas", comenta. "Para tocar música clásica occidental no importa el origen ni la nacionalidad, todo depende de la educación que recibas". Chung reconoce que en los primeros años de su carrera soportó una presión extraordinaria. "En mi país era considerada como un héroe, mi familia y mis profesores esperaban lo máximo de mí y pasé momentos difíciles, pero no he dudado ni un solo segundo de mi vida que mi sueño era hacer y compartir la música", comenta. Después de 30 años de carrera, con una soberbia discografía a sus espaldas junto a batutas como Georg Solti, André Previn y Riccardo Muti, Chung reconoce que su carácter se ha dulcificado. "Al principio imponía mis criterios musicales con vehemencia, era casi una dictadora y estaba obsesionada por la perfección, pero con los años, en especial después de ser madre, me tomo las cosas con optimismo y tranquilidad". Después de casi una década en la que redució su actividad concertística por motivos familiares y de salud, Chung se encuentra de nuevo al pie del cañón y anuncia que, finalmente, volverá a actuar bajo la batuta de su hermano. "Todo el mundo quiere que, además de hacer música de cámara, actuemos como solista y director, algo que no hemos podido realizar en los últimos años por mi situación personal", dice. "Me gustaría volver a tocar bajo su dirección el concierto de Chaikovski, con el que obtuvimos éxitos inolvidables en Los Ángeles".

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