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El montaje "Imprebís" se instala en el Teatre Arnau con sus improvisaciones y sus historias inesperadas

Sin más guión que las peticiones del público, sin más atrezzo que cuatro sillas y cuatro objetos repartidos por el escenario, sin más escenografía que un iluminador intuitivo y atento, los miembros de la compañía que representa Imprebís en Barcelona, tras cinco años de gira ininterrumpida, realizan cada noche una obra distinta. Hasta el 7 de marzo, en el Teatre Arnau, inventan cada día una historia imprevista. Ha sido un reto que el director de escena, Santiago Sánchez, "por no utilizar la palabra difícil", califica de "apasionante". En el escenario, dos actores, Carles Montoliu y Carles Castillo; un músico e inventor de letras irreverentes, Àngel Estellés, y el propio director de escena. No hay lugar para los despistes porque el resultado final depende del jugo que saquen de las ideas que el público ha escrito en unas papeletas antes de la representación. Después de tanto tiempo de gira, no tienen miedo de repetirse. Aunque hay temas recurrentes, tanto actores como director procuran darles enfoques siempre distintos. "Con un mismo tema podemos variar. Un día banalizamos y al otro profundizamos", aseguran. Y esto, entre 10 y 15 veces a lo largo del espectáculo: cada improvisación dura entre 10 segundos y 10 minutos. Recursos de la improvisación: utilizar como fuente de inspiración todas y cada una de las palabras escritas en los papelitos. "No es lo mismo encontrar "El último ataque aéreo a Irak" que "El presidente y la becaria", matiza el director. La actualidad es una constante en las peticiones del público. Cuando estaban en Madrid, donde prorrogaron su estancia en Alfil, les sorprendió la detención de Pinochet en Londres. Recuerda Sánchez que estuvieron meditando si podían dar tratamiento humorístico a una noticia de tal calibre: "Ante propuestas delicadas, ante momentos frágiles, hace falta ver cómo está el público". Saben muy bien que no pueden tener cosas preparadas porque el público les vigila. En Madrid, por ejemplo, había cierto espectador que proponía siempre la misma frase. Dos o tres veces a lo largo del espectáculo, juegan, además, a otra carta para hacer el más difícil todavía: escogen al azar un modo interpretativo determinad,o como la ópera, la danza contemporánea o el estilo Samuel Beckett o Tennessee Williams. Es, para ellos, una manera de añadir alicientes a las representaciones.

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