Di que no es así, Michael
Oír que no volveremos a ver a Michael Jordan jugar al baloncesto profesional es como escuchar que se han cancelado las puestas de sol, que los cielos llenos de estrellas no lo estarán más, que los niños ya no pueden volver a sonreír. Oír que Michael Jordan se ha retirado, independientemente de lo mucho que se esperara o que estuviésemos preparados para ello, es como coger un rebote que te pasan al pecho.
Admiras a un chico desde hace 16 años, desde los días de pantalón corto ceñido en Carolina del Norte a los años de calzón ancho de Chicago, y ahora, cuando se retira, lo único que puedes hacer es gritar y pronunciar una sola palabra.
No.
Ahora no.
No cuando la NBA lleva tres meses de retraso con una terrible temporada y renqueando por la avaricia.
No cuando lo único que nos permite recordar por qué el baloncesto es tan grande es el jugador más grande de todos los tiempos.
No cuando nos deja con demasiados bocazas y conciencias débiles.
El peor momento posible para nosotros.
El mejor momento posible para él.
Michael Jordan se va antes de estrenar sus zapatillas de casi 30.000 pesetas en la que será la temporada más chunga de la historia de la NBA.
Se va antes de que su imagen resulte dañada en el potencialmente mediocre equipo de los Chicago Bulls, al que probablemente ni siquiera él habría podido rescatar y dar cierta respetabilidad.
Se retira, pero no con la cabeza gacha, sino con una mano en el cielo.
Su mano derecha.
La mano que flotó en la atmósfera de Salt Lake City la pasada primavera cuando realizó un tiro desde los 5,18 metros cuando quedaban sólo 5,2 segundos y que concedió a los Bulls la victoria que sumó la sexta para Jordan en el campeonato de la NBA.
¿Se acuerdan de cómo dejó su mano suspendida y su brazo extendido después del lanzamiento, manteniéndolo así con calma mientras toda la historia estallaba a su alrededor, como si quisiera que los niños aprendieran de ello y el resto de nosotros lo recordáramos?
Como con casi todo lo que intentó durante 16 temporadas en Carolina del Norte y en la NBA, funcionó.
Su mano aún se mantiene allí.
Fue un momento que se convirtió en una escultura.
Con el debido respeto a Ted Willliams, fue quizás el mejor último momento en la historia del deporte.
El bateador Williams se retiró con una carrera completa, pero eso no supuso la victoria en un Campeonato Mundial.
Michael Jordan no se retiró en la cima.
Lo hizo bailando en ella.
En ese segundo, Jordan nos enseñó mucho acerca de la elegancia, la última en una larga serie de lecciones.
Cuando lo expulsaron del equipo de baloncesto del colegio, nos obsequió con una historia de perseverancia que aún hoy se relata a los chicos en el colegio.
Tras realizar el lanzamiento con el que se ganó el campeonato nacional para Carolina del Norte al final de una tranquila temporada, nos enseñó algo sobre la paciencia. ¿Cuántos grandes jugadores universitarios hoy en día serían tan respetuosos como para quedarse tranquilamente sentados en su primer año, de manera que el público ni siquiera pensara en ellos hasta que metieran la mejor canasta en el partido más importante de la temporada?
Con 26 lanzamientos que otorgaron la victoria en los últimos segundos de los partidos de la NBA, nos enseñó cómo hay que desenvolverse bajo presión.
Luego, cuando dejó el juego por más de dos temporadas entre 1993 y 1995, nos enseñó aún más.
Todos escuchamos la información. Se marchó del juego porque la NBA le estaba presionando para que dejara de apostar. Renunció antes de que la NBA le echara.
Fuera cual fuera la razón, en vez de quedarse allí para pelear contra sus demonios en lo que podría haber sido una horrible batalla, simplemente se fue hasta que éstos murieron de una muerte natural.
Fue tan elegante como absurda su carrera en el béisbol, pero hasta en eso había algo que aprender.
Si quieres hacer algo de verdad, hazlo aunque el resto de la gente piense que estás haciendo el tonto. Fíjate en Michael Jordan. Él lo hizo.
Su vuelta a la NBA tras un breve periodo sabático estuvo acompañada por uno de los faxes más famosos del mundo del deporte, una misiva de dos palabras que decía: "He vuelto".
No había perdido su sentido del dramatismo. Siguió demostrándolo durante otras tres temporadas completas y todos los campeonatos.
Lo demostró incluso durante el cierre de la NBA. Asistió a una reunión en la que el caso de los jugadores era sólido, pero desapareció cuando perdieron su fuerza.
¿Y cuando el cierre finalmente se arregló y los jugadores corrían por las calles de Nueva York con unos trajes de nieve abominables y citas ultrajantes?
Michael Jordan está en las Bahamas, dijo su portavoz. Está de vacaciones con su familia, dijeron los informadores. Se le ha visto jugando al golf, confirmaron las fuentes.
Lejos de la suciedad.
Imaginando su futuro donde un hombre decente debería imaginar su futuro, con su familia y en paz.
¿Saben lo que pensé cuando lo oí? ¿Lo quieren saber de verdad?
Pensé que Michael Jordan nos estaba tomando el pelo otra vez. Que estaba pagando a alguien para decir que estaba de vacaciones. Que había alquilado a un doble para estampar su firma en el club de golf.
Está en las Bahamas, vale. Está corriendo por las Bahamas.
Está haciendo pesas en la playa, subiendo escaleras en una vieja iglesia, y practicando con el aro en un sudoroso gimnasio con nueve gorrones de playa musculosos.
Tiene pensado aparecer por Chicago el 18 de enero, el primer día en que se puede contratar a jugadores, y anunciar que está preparado para otro año.
Luego, de pronto, no lo está.
¿Cómo se enteraron de la noticia? Yo lo oí a última hora del lunes. Me lo dijo un compañero que lo leyó en su pantalla.
No dijo: "Vaya, Michael Jordan se ha retirado".
Lo que dijo fue: "¡Maldita sea!"
Después empezó a teclear. Y lo supe.
También sé que esto significa que Los Angeles Lakers tienen más oportunidades de ganar el campeonato de la NBA de este año. Y Shaquille O"Neal tiene la oportunidad de convertirse en el próximo nombre insignia de la Liga.
Jordan se retira un frío día en Chicago, y todo de repente parece mucho mejor.
Lo sé, pero al menos de momento, no me importa.
En el día de hoy, nada de la NBA es tan importante como lo que no tiene.
Nunca volveremos a ver a Michael Jordan jugar al baloncesto de competición. Esa mano derecha tendrá que llevarnos siempre.
© Los Angeles Times.
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