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Entrevista:NÚRIA ESPERTACTRIZ

"Nunca he entendido el odio de la Callas hacia el público"

Llega Master Class a Barcelona. La obra del norteamericano Terrence McNally (Texas, 1940), inspirada en las clases magistrales que la soprano Maria Callas impartió en la Julliard School de Nueva York entre 1971 y 1972, se estrenó en España, en el teatro Marquina de Madrid, en marzo del año pasado. Tras haberse representado en diversas ciudades (lleva a cuestas cerca de 200 funciones), mañana subirá al escenario del teatro Poliorama. En el montaje que dirige Mario Gas, incorpora el papel de la divina Núria Espert. No podía ser de otro modo. Todas las actrices que han protagonizado la obra son señoras de trayectoria consolidada. En Nueva York estrenó Master Class (1995) Zoe Caldwell; en Francia fue Fanny Ardant; en Italia, Maria Angela Melato. "No he ido a buscar a la Callas real, no pretendo imitarla. Para nada. He estudiado el personaje como si hubiera sido creado por Chéjov, a mí me lo parece. McNally da suficientes elementos dramatúrgicos para que el personaje viva por sí mismo, evitando la copia". Pero conseguir esta distancia no debe haberle resultado fácil a Núria Espert. En diversas ocasiones ha responsabilizado a la soprano de su dedicación a la dirección operística. Sobre la versión de la Callas, Espert preparó su Madame Butterfly para el Covent Garden (1988), y volvió a hacerlo cuando en los años siguientes afrontó Rigoletto, Traviata y Carmen. Ahora es su Turandot de referencia para la inauguración del Liceo, en octubre de este año. "Preparar las óperas con su voz se ha transformado casi en una superstición. Pero hay algo más. La Callas tenía una voz absolutamente teatral. Cuando la oyes sabes cómo estaba actuando. Yo no la vi nunca en directo, pero si escucho su Violetta descubro de inmediato su comportamiento sobre la escena". Al decir de la crítica, la divina, quien no descolló por la pureza del timbre, fue efectivamente la que más se acercó a la "palabra escénica" deseada por Verdi. "No he querido ver ningún vídeo, ni repasar las biografías suyas que había leído hace tiempo. Ahora únicamente he añadido la que escribió su primer marido, Giovanni Battista Meneghini, que me ha parecido un libro muy bonito contrariamente a lo que pensaba. Está escrito por un hombre enamorado que intenta dejar claro que no fue utilizado por ella. Aparte de esto, he mirado algunas fotos, la expresión de sus ojos cuando estaba junto a Meneghini o a Onassis, algún gesto de ira que la cámara captó en alguna ocasión. Nada más". "Tengo 63 años. Todo lo que esta obra dice sobre la esencia del artista yo, tras tantos años de profesión, ya lo sabía. Que el genio y la inspiración son regalos de los dioses, ya lo sabía. Que, aparte del talento, se necesita técnica, disciplina y mucho valor, también lo sabía. Lo único que no sabía es que al público se le pudiera odiar de una manera tan intensa como lo hizo Maria Callas. Quería destruirlo y fue ella quien al final fue destruida. Ese odio yo no lo he sentido jamás. Ni siquiera aquella noche del Hamlet del Grec, cuando me abuchearon hasta decir basta". "La Callas es la obsesión por la perfección. Cuando actúas, como cuando haces cualquier otra cosa, tienes dos posibilidades: ser perfecta o hacerlo lo mejor posible. El primero es el camino seguro hacia la destrucción. Nadie puede ser perfecto siempre. Ni Lawrence Olivier ni Maria Callas, quien muchas veces no alcanzó la perfección que buscaba. Optar por la segunda vía me parece mucho más sensato. Víctor García [director de la célebre Yerma que encumbró a Espert] quería que cada noche fuera inolvidable, y eso siempre me pareció una exigencia irrealizable". "Callas poseía una inteligencia dramática fuera de lo común. No tuvo una gran cultura de base, había nacido en el Bronx neoyorquino y pertenecía a una familia de inmigrantes. Pero tuvo grandes profesores. La española Elvira de Hidalgo le enseñó la técnica y Tullio Serafin le ayudó a refinarse hasta conseguir una elegancia exquisita". Instinto. Éste es el difuso concepto empleado con mayor frecuencia para explicar el insondable talento de la Callas. Elvio Giudici cuenta a este respecto una anécdota sorprendente. El director Alexis Minotis y su mujer Katina Paxinou -que fue la madre de Rocco e i suoi fratelli, de Visconti- llevaban años estudiando la gestualidad de la tragedia griega clásica. Minotis recibió el encargo de dirigir a Callas en Medea para la ópera de Dallas y observó que, en el momento de la invocación de los dioses, la soprano se agachaba, picando el suelo con las palmas de las manos. Era un antiguo gesto ritual. Minotis quiso saber quién se lo había enseñado y la respuesta que obtuvo de la Callas fue: "Me parecía que era lo que tenía que hacer en ese momento". Núria Espert no conocía la anécdota, pero no le sorprende: "Cuando la exigencia de perfección es tan alta, cosas así son perfectamente posibles. Ahora bien, el riesgo que se corre con todo esto es convertir a la Callas en un icono. Y la obra de McNally consigue evitarlo con mucha inteligencia e, incluso, con no poco sentido del humor. Porque también hay humor en esta obra, especialmente en el momento en que la Callas imparte las clases. Pero luego,cuando repasa su vida asociada a los grandes éxitos, aparece el drama". María Callas se había retirado ocho años antes de impartir las famosas clases de la Julliard School, grabadas para la posteridad por EMI en tres discos compactos. Aquellas lecciones fueron seguidas, entre otros, por la soprano Barbara Hendricks, quien no guarda un gran recuerdo debido a la tensión que imperó en todo momento. Entre el público -las sesiones fueron abiertas- se encontraba gente tan cualificada como Plácido Domingo, Tito Gobbi, Elisabeth Schwarzkopf, Alexis Weissenberg, Benny Goodman, Franco Zeffirelli o Ben Gazzara. "Ella quería volver a ponerse en voz para aquellas clases. Pero su gran momento ya había pasado. De hecho, ya sólo volvería a actuar junto a Giuseppe Di Stefano en una gira por Japón en 1974, pero fue una sombra de lo que había sido".

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