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El Barça defiende un triunfo mínimo

El Valladolid desaprovechó la ocasión de empatar en un final de partido caótico para los azulgrana

Àngels Piñol

Con sudor, lágrimas, nervios e histeria, el Barça se reencontró con la victoria en el Nuevo Zorrilla y Van Gaal con su vida y con su proyecto en el Camp Nou. Fue un final agónico, más propio de un partido de baloncesto, con el equipo atrincherado atrás, defendiendo un solitario gol de Xavi. Vivió el Barça del pelotazo y de la falta de inspiración de Peternac y de los dos goles cantados que salvaron primero Hesp con los pies y Sergi Sergien la misma línea de gol. Los tres puntos tendrán en el vestuario efectos balsámicos, casi terapéuticos. El Barça podrá irse de vacaciones más sereno, ubicado en la zona templada alta de la tabla, pero espantando la crisis, agarrándose a las derrotas de sus rivales y ahuyentando a los fantasmas y medidas drásticas, ahora congeladas.

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Sacrificio de juego por resultado

O vivir o morir. Con casi todo perdido, Van Gaal apostó ayer por cambiar el rostro del Barça. No le tembló el pulso y apostó por imponer su ley. Fue más que significativo que dejara en el banquillo a Guardiola, el capitán recién reaparecido, y enviara directamente a la grada a Celades, uno de sus peloteros preferidos, siempre fijo en sus equipos. Pero no sólo hubo un cambio de nombres. También de táctica. El holandés mantuvo tres hombres atrás; dio el mando a Xavi, que actuó con Cocu, como doble pivote; y llenó ayer el mediocampo de jugadores, una zona del campo por norma muy vacía. Y en ataque, libertad para Figo, como media punta, y para Kluivert y Rivaldo como últimos delanteros. Van Gaal aflojó ayer el corsé.

El Barça pobló el corazón del campo y abortó casi siempre todos los intentos del Valladolid, extremadamente conservador en los inicios del partido, con sólo Peternac en punta, para lanzar sus contraataques.

Con la posición controlada, replegándose casi siempre con rapidez, los azulgrana tuvieron o recuperaron el balón con rapidez. Luis Enrique realizó una labor oscura que contribuyó a reforzar el armazón. Dio el Barça la sensación de dominio y de acercarse al gol con acciones de Kluivert y Rivaldo. No tardó en aparecer. El brasileño, apagado ayer, pudo regatear en el área por dos veces, centrar y permitir que Xavi, uno de los jugadores más bajos de Primera, remachara de cabeza a la red.

El gol calmó al Barça. Tuvo,

por primera vez en más de un mes, un partido de cara y se reencontró con la sensación de poder vencer. El Valladolid le ayudó.

El equipo de Kresic se apiadó del Barça y enseñó toda su inocencia tanto en el último tramo del primer tiempo como del segundo. No se quitó el complejo y ni se decidió por un juego más ofensivo. Chutó con peligro por primera vez a portería mediado ya el primer acto, por medio de Víctor, acción que Hesp desbarató con el pie. Fue el media punta vallisoletano el hombre más inspirado.

El Barça tuvo más orden, pero su defensa sigue siendo un coladero. Vive siempre el equipo de Van Gaal abrazado al suspense. Victor ganó la espalda a Okunowo y tuvo el empate muy cerca. García Calvo también desperdició al filo del descanso una cadena de disparates de la defensa azulgrana.

El Valladolid se creció, empezó a creer en sí mismo y partido se abrió tras el descanso. Tuvo el Barça la posibilidad de sentenciar con acciones de muy buen ver de Kluivert, pero no acertó y propició la reacción local.

Van Gaal se asustó y reforzó su defensa. Tampoco dudó esta vez. El técnico sentó a Rivaldo y dio entrada a Abelardo. También movió ficha Kresic que dio entrada a Alberto y después renunció a Víctor, en otra decisión cuestionada por la grada, por Caminero, un hombre que, siempre acostumbra a noquear la portería azulgrana. Sufrió entonces el Barça. Torres Gómez pudo marcar y Alberto reclamó penalti tras un roce con Sergi.

Atrincherado atrás, el Barça se agarró al gol de Xavi como un clavo ardiendo para sobrevivir. Fue un final agónico, caótico, de pelotazos, de balones fuera. Alberto se rifó a Okunowo y Peternac, a sólo un metro de la puerta, envió un balón a los pies de Hesp. El Nuevo Zorrilla se acordó de Riazor e imaginó el gol. Sergi salvó un balón que iba dentro y el partido de acabó de manera caótica. Van Gaal saltó de alegría. Sabe el técnico que ante el Alavés volverá a estar en el Camp Nou.

Ayer, en el Barça, pareció que el fin justificaba los medios, y el gol de Xavi avaló su partido.

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