Sevilla con pulso
Se me ocurrió la peregrina idea de que los cuatro días de puente en Sevilla podrían sumirnos, a los que aquí nos quedábamos, en la calma y la soledad, tal como si fuera un fin de semana de agosto, pero ¡que va! Hemos cogido una marcha que no hay puente que valga para frenarla. Han sido cuatro días con mucho movimiento de muchísima gente. Es posible que influya la proximidad de las fiestas que se avecinan, una excitación producida por el frío, el consumo, la añoranza y las vacaciones, pero también está motivado por la cantidad y calidad de actividades lúdicas y culturales que nos han exaltado el ánimo con una animación que ya quisieran Dolores Avia y Carmelo Vázquez para su optimismo inteligente. Quizá por eso, y según la teoría de los psicólogos citados, hayamos alcanzado la capacidad de adaptarnos al medio y transformarlo. Se me ocurrió estos días atrás, cuando desmontaban la arquitectura de los Giraldillos con gran estruendo mientras un grupo de discípulos escuchábamos al profesor Fernández Álvarez impertérritos y sin protestar; su magnífico discurso levantaba la sonrisa del alma y silenciaba el martilleo y el crujir de maderas al otro lado de las ventanas. No sé si don Manuel nos transmitió su entusiasmo o si lo llevábamos puesto, el caso es que transformamos el ruido -tan familiar aquí- en música de fondo y a nadie le molestó. Estamos animados porque llevamos una buena racha: a Sevilla se le nota el pulso. El broche final ha sido la iluminación del centro de la ciudad. ¡Dios mío!, cuántos años hemos contemplado los letreros de felicitación, las mariposas y las campanitas de colores sin aburrirnos ni pensar en ninguna otra posibilidad. Son de agradecer los cambios, nos enriquecen y rejuvenecen; como niños nos entusiasmamos al ver las ramas de nuestros plátanos con guantes calados como los de nuestras abuelas y con mallas de cabaret. Eufórica quizá, digo yo que tanto congreso, teatro, conciertos y conferencia no caen en saco roto, que nos hemos sacudido cualquier resto de complejo y en vez de vestir las calles de feria, las hemos vestido de ciudad cosmopolita. Podría ser el principio de una transformación de Sevilla.
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