"Entré en Carabanchel siendo un chaval y salí ya adulto"
Hace días Luis Lucio Lobato (Toledo, 1920) regresó a la cárcel de Carabanchel. Pero esta vez sin la angustia de saberse condenado a pasar media vida entre rejas. Era una visita de ex presos ilustres con motivo del cierre de este penal. Lobato, miembro del PCE, vivió en el recién clausurado presidio madrileño tres años y medio de los 24 a los que fue condenado por actividades consideradas clandestinas por el franquismo. "Entré siendo un chaval y salí en libertad ya adulto", explica sin lamentarse, aunque consciente del precio pagado por sus convicciones. La juventud que no conoció la vive ahora a través de sus dos hijos de 16 y 14 años.P. ¿Qué sensación tuvo al recorrer como visitante una de las cárceles en las que estuvo cumpliendo condena?
R. Fue algo inocuo, no me removió demasiado, aunque es cierto que, durante la visita, el ambiente de Carabanchel supuso un cambio copernicano frente a lo que yo recordaba de la prisión. Había alegría por el reencuentro de muchos compañeros, nadie vestía de preso y los funcionarios presentes no eran aquellos señores que no te dejaban tranquilo ni a sol ni a sombra, siempre con la fusta y la palabra hiriente.
P. ¿Cómo se soportan venticuatro años de cárcel sin volverse loco?
R. Aguantaba repitiéndome las razones que me habían llevado allí, aunque es verdad que hay momentos de duda en los que te preguntas si vale la pena luchar por algo que te suponga pasar tanto tiempo entre rejas. Al final, siempre llegaba a la conclusión de que valía la pena.
P. Pero el día se haría eterno. ¿Cómo lo llenaba?
R. Leyendo. Devoraba muchísimos libros que me dieron la cultura que no había podido adquirir porque trabajaba como un burro en un taller de galvanotecnia familiar.
P. ¿Era Carabanchel una de las cárceles más duras?
R. Yo pasé por ella cuando ya se había suavizado algo el régimen y, desde luego, he conocido sitios mucho peores. Era una cárcel de tránsito en la que los presos pasaban poco tiempo. Si ocurría algún problema con ellos, era más fácil que trascendiese que en otras prisiones más alejadas y con menos comunicaciones.
P. ¿Qué era lo peor?
R. Aunque parezca una perogrullada, lo peor de cualquier penal es precisamente la privación de la libertad .
P. ¿Y sus vínculos con el exterior? ¿Sabía usted lo que ocurría fuera?
R. No es fácil mantener una relación con alguien que se pasa tantos años en la cárcel. Pero sí, yo creo que estábamos muy al tanto de lo que ocurría en la calle.
P. ¿Nota usted todavía secuelas psicológicas de tantos años de prisión?
R. Lo que si puedo decir es que la estancia en la cárcel me ayudó a ser más comprensivo, a respetar los diferentes caracteres humanos.
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