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Líneas demasiado calientes

Una vez que se abarataron los precios, en todo el país se desató la fiebre de la telefonía móvil. Pocos instrumentos de uso cotidiano se han extendido a mayor velocidad que estos pequeños teléfonos, capaces de operar prácticamente desde cualquier sitio. En agosto del próximo año se calcula que serán ya ocho millones de españoles los que los utilicen, y para el año 2017 los expertos pronostican que un 80% de la población podría disponer de uno de estos aparatos, lo que representa un mercado potencial de 30 millones de usuarios. Pero permanecer pegado a un móvil podría resultar perjudicial para la salud. Así lo creen algunos científicos que investigan los efectos biológicos que pueden causar las ondas de radio, de alta potencia, que emiten tanto los propios terminales como los repetidores de telefonía móvil que se han instalado en numerosos puntos de nuestra geografía. Al igual que ocurre con las líneas eléctricas de alta tensión, aún no existe acuerdo científico sobre los efectos nocivos de la telefonía móvil. En algunos casos se han detectado alteraciones en la actividad eléctrica del cerebro mientras se usaba uno de estos teléfonos, aunque no se sabe si este fenómeno puede originar alguna patología. También se sabe que, en determinadas circunstancias, las radiofrecuencias de los móviles alteran el funcionamiento normal de algunos marcapasos, si bien sólo se han detectado incidencias que pudieran ser peligrosas cuando el aparato se situaba justamente sobre el marcapasos, y aún así el porcentaje de casos es muy reducido. Riesgos En lo que se refiere a los repetidores, la emisión de radiofrecuencias es mucho más potente. Aunque algunos de estos dispositivos no son accesibles por el público ya que están situados sobre altas torretas, otros muchos se han instalado en las azoteas de los edificios, a escasa distancia de las viviendas y de los vecinos que acceden a las partes altas de los inmuebles para tender la ropa, por ejemplo. En ningún caso las compañías titulares de estos repetidores advierten de los riesgos potenciales que pueden causar, ya que, a escasa distancia, y si la exposición es lo suficientemente intensa, las ondas de radio pueden producir quemaduras,superficiales y profundas, cataratas y golpes de calor. Los propios materiales de construcción protegerían a los hogares situados en las inmediaciones de las antenas, atenuando la radiación, pero aún así en países como Estados Unidos o Alemania hace ya tiempo que se prohibió la instalación de repetidores, y el uso de móviles, en centros sanitarios y otras dependencias públicas. Las autoridades norteamericanas, por ejemplo, aplican una legislación por la cual no se autoriza la presencia de repetidores en zonas donde el público pudiera situarse a menos de seis metros de la fuente emisora de radiaciones. Si se trata de espacios donde accedan trabajadores cuya exposición a las radiofrecuencias pueda ser controlada, esta distancia de seguridad se reduce a tres metros. Si en cualquiera de nuestras ciudades revisamos la situación de los repetidores instalados en azoteas y tejados de edificios es fácil comprobar como se ignora lo que es norma en otros países. En el último Congreso Mundial sobre Electricidad y Magnetismo en Medicina y Biología, celebrado 1997, se presentaron cerca de 100 artículos sobre los posibles riesgos sanitarios de las ondas de radio y su aplicación en sistemas de comunicación personal, lo que da idea de la preocupación que existe en determinados círculos científicos. Ninguno de estos documentos demostraba que la exposición a este tipo de contaminación invisible pudiera originar enfermedades, pero sí que existen otros donde aparecen datos que muestran una mayor incidencia de determinados cánceres en individuos que viven en las cercanías de emisoras de alta potencia de radio y televisión, relativamente parecidas a las de telefonía móvil. Estos trabajos, sin embargo, han sido muy discutidos, y mientras algunos los consideran intachables otros les niegan rigor científico. Algo parecido ocurre con las pruebas de laboratorio, en las que ratones y otros animales han sido expuestos a radiaciones similares a las que emiten los teléfonos móviles. Aunque en la mayoría de los casos no se han detectado alteraciones biológicas de importancia, hay algunos trabajos que indican la aparición de tumores y daños en el material genético.

¿Quién paga la investigación?

El origen de la financiación con la que, hasta ahora, ha sido posible realizar las investigaciones sobre los posibles efectos biológicos de la telefonía móvil, es una de las cuestiones que dificulta un acuerdo científico sobre el tema. Para algunos expertos, los estudios que descartan cualquier riesgo sanitario han sido pagados, en algunos casos, por las propias compañías telefónicas, lo que hipoteca la validez de sus resultados. A esta opinión se suman en nuestro país Los Verdes, el único colectivo que viene desarrollando una campaña de sensibilización sobre este tema. Esta organización reclama al gobierno un mayor control sobre el negocio de la telefonía móvil, ya que el vacío legal que existe en la actualidad "otorga a estas empresas carta blanca para actuar con total impunidad". Entre otras disposiciones, reclaman Los Verdes, debería prohibirse el uso de teléfonos móviles en recintos sanitarios y la instalación de repetidores en zonas urbanizadas o en las inmediaciones de viviendas, centros educativos, hospitales, áreas comerciales u oficinas. Asimismo, la instalación de estos dispositivos en el medio rural debería ir precedida de una evaluación de impacto ambiental, entre otros motivos por el deterioro que está sufriendo el paisaje. Por último, solicitan la prohibición de cualquier campaña publicitaria dirigida a niños o menores de edad y el desarrollo de campañas informativas que adviertan a los usuarios sobre los posibles riesgos de estos aparatos.

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