El Alavés destrona a otro líder
El conjunto de Mané ahoga al Celta con un fútbol intenso y vertiginoso
El Alavés se sabe la lección de carrerilla; el Celta, también, pero ambas son incompatibles sobre un terreno de juego. Resulta casi imposible que ambas academias futbolisticas puedan convivir. El Alavés se fundamenta en la presión elevada a la enésima potencia. En ese sentido es un equipo derrochador que agota su depósito y suele conclur con la reserva encendida. El Celta transita por el campo al primer toque, tocando y triangulando al amparo de jugadores bien dispuestos (Mazinho, Makelele) y otros que hacen de la anarquía un arte (Caso de Mostovoi.El Alavés resultó un anfitrión insolente. De salida se merendó al líder a base de imprimri una velocidad extrema a su fútbol y de depositar su aliento permanente en la camiseta de sus rivales. Mazinho y compañía tardaron media hora en darse cuenta que el partido exigia otro tratamiento, menos sutil, más entregado. Cuando se enteró del baile de disfraces, el Alavés le había endosado un gol y sobre todo, se había cargado de autoestima mediante un fútbol vibrante, clasicista y en ocasiones efectista.
ALAVÉS 2
CELTA 0Alavés: Kike; Raúl Gañán, Berruet, Karmona, Iván Rocha (Sívori, m. 17), Ibon Begoña; Desio, Gèrard, Pablo (Santi, m. 72); Canabal y Magno (Azkoitia, m. 45). Celta: Dutruel; Michel Salgado, Djorovic, Eggen, Berges; Karpin (Caires, m. 82), Mazinho, Mostovoi, Makelele; Sánchez y Penev (Gudelj, m. 75) Goles: 1-0. M. 27. Gèrard desvía con la cabeza un disparo de Desio desde fuera del área. 2-0. M. 67 Sívori, en posición dudosa, cabecea un centro de Ibon Begoña. Árbitro: Dauden Ibáñez. Expulsó a Michel Salgado y a Gèrard por doble amonestación y mostró tarjetas amarillas a Canabal, Ibon Begoña, Karpin, Caires y Carmona. 17.000 espectadores en Mendizorroza.
El caso de Gèrard y Canabal es emblemático en el Alavés. Los dos han crecido en once jornadas más de lo que acumulaban en toda su trayectoria. El primero ha ganado en entrega y el segundo se ha hecho un delantero más que solvente.
El Celta se atascaba en los costados, donde ni Michel Salgado ni Berges conseguían alcanzar la linea de fondo con solvencia.
El gol desheló al Celta y resguardó al Alavés (que había perdido a Iván Rocha de forma temprana). Mazinho se ahorró un toque de balón y consiguió evitar la presiòn axfiasiante del Alavés, dando ligereza al juego de su equipo.
La apuesta cundió. En la segunda mitad arrancó a su natural estilo: ágil, otorgando al balón una circulación continua y provocando dos ocasiones consecutivas malgastadas por Penev y Mostovi. El Alavés se había conjurado a su suerte, esto es conceder terreno, apretar la presión en menor espacio y otorgar a Canabal libertad de acción en el desierto ofensivo.
El Celta se manejaba a rachas y tenía su mayor carencia en la resolución de sus delanteros. Ni Penev, ni Sánchez tenía la bota ajustada. La expulsión de Michel Salgado condicionó en mayor medida la épica del partido: El Celta se volcó y el Alavés dispuso de mayor capacidad de sospresa al contragolpe. El toma y daca sustituyó al previsible balance del partido. Una ocasión de Penev fue respondida por un precioso gol de Ibon Begoña injustamente anulado por el árbitro. La balanza se inclinó al lado contrario cuando se dio validez al gol de Sivori, en posición muy dudosa. La acción ratificaba la mejor lectura del partido por parte del Alavés que aliñó un discurso más que razonable: Entre el esfuerzo y la presión constantes halló un pasillo para el fútbol vertiginoso. El Celta, ex-lider, fue un proyecto teórico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.