El enojo de Felipe González
A la vista del cariz que había ido tomando la pugna entre José Borrell y Joaquín Almunia, Felipe González ha preferido mantenerse al margen cuanto le ha sido posible. Pero a quienes le han consultado les ha transmitido su enorme enojo.A petición de cada uno de ellos, González recibió primero a Almunia, en la noche del miércoles, y después a Borrell, en la mañana del jueves, pero sin ejercer de mediador. A cada uno le dijo todo lo que consideraba que le tenía que decir, independientemente de que no resultara agradable escucharlo.
González no canceló su asistencia , hoy sábado, a la reunión en París de la fundación que preside Jacques Delors, y de la que él forma parte, perfectamente consciente de la interpretación de desaprobación que puede suscitar su ausencia en el Comité Federal.
El ex secretario general del PSOE dio a entender que, aun ausente hoy, como se tenga que reunir de nuevo ese Comité para convocar un congreso extraordinario no sólo asistirá, sino que tendrán que oírle.
Hace dos semanas, de regreso de un viaje a Argentina, González se reunió en su despacho de la calle de Gobelas, a las afueras de Madrid, con Almunia y Borrell.
Entonces dio por supuesto que las diferencias entre ellos debían desaparecer de inmediato, dada la tarea que tenían por delante para evitar que el PP gane las próximas elecciones generales.
González expuso ante ellos las numerosas y graves consecuencias que se derivarían de una victoria de José María Aznar. Analizó lo que supondría para muchos sectores sociales y, desde luego, la posibilidad de un triunfo del PP con una mayoría más amplia de la que dispone ahora en el Parlamento o incluso con una absoluta, que le permitiría aplicar medidas más duras sin tener que negociar con los nacionalistas.
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