Entre divas anda el juego
Master Class De Terrence McNally, en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Intérpretes, Nuria Espert, Muntsa Ruis, Noelia Pérez, José Alberto García, Juan Miguel Murani, José María Otero. Iluminación, Quico Gutiérrez. Vestuario, Manu Berástegui. Sonido, José A. Gutiérrez. Escenografía, Jon Berrondo. Dirección, Mario Gas. Teatro Principal. Valencia, 17 de noviembre.Un pretexto poco verosímil -la convocatoria de unas clases magistrales- sirve a Terrence McNally para construir una María Callas dicharachera que entre observación y regañina a sus alumnas declama a viva voz, y hasta interpreta, algunos de los episodios cruciales de su vida. La cosa es poco creíble porque nadie larga de ese modo en presencia de sus alumnos, pero eso es lo de menos en un monólogo destinado a servir de vehículo para el lucimiento de una gran actriz. Tampoco esquiva esta obra los riesgos inherentes al subgénero al que pertenece, donde la obligación de atribuir conductas privadas a famosas figuras públicas oscila muchas veces entre la magnificación y el chismorreo. Es así un texto abundante en esos altibajos que se hacen depender del momento anímico de la estrella que se toma como referencia, lo que parece inevitable si se considera que hasta la más grande de las divas adopta una posición común cuando se sienta en el inodoro. Cosa distinta es que Nuria Espert sea, en efecto, una gran actriz, incluso cuando recurre a ese tonillo un tanto insulso que tanto la infantiliza en algunos finales de frase. La obra, y por supuesto este montaje, están a su servicio, y la gran trágica no desperdicia la ocasión para mostrar su amplio repertorio de actitudes y su más que notable registro de voces. Tiene la veteranía suficiente para llenar ella sola una caja tan enorme como la del Principal, y todavía más para provocar el aplauso del público, su reconcentrada atención, su complicidad. Es en esos trucos de vieja escuela, que la Espert maneja con mucho desparpajo, donde la actriz demuestra todo lo que es, aunque es posible (pero eso depende, como es lógico de la obra) que su actuación fuese todavía más sobresaliente si se enfrentase en escena con otros personajes de una cierta envergadura. Mario Gas dirige con discreción un montaje que tampoco tiene mucho que dirigir: cuenta con Nuria Espert, y eso, como es lógico, es toda una garantía de éxito.
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