¿De quién es Blair?
¿Es Tony Blair un thatcherista de rostro humano o un socialdemócrata moderno? Con esta pregunta recibió mucha gente a los laboristas en junio de 1997, cuando arrasaron en las elecciones. La respuesta la ha ido aclarando el tiempo. Sin embargo, la principal aportación teórica de Blair, la tercera vía, es objeto de apropiación por las más diversas formaciones políticas de todo el mundo. Se ha puesto de moda. La polémica ha llegado poco a poco a España y arreciará, sin duda, con la publicación de dos libros del mismo título (La tercera vía) que la desarrollan: el de Tony Blair (editorial EL PAÍS-Aguilar), que se ha presentado esta semana, y el del director de la London School of Economics, Anthony Giddens, que, tras ser un best seller en la Feria de Francfort, será publicado por la editorial Taurus en el primer trimestre del próximo año.El libro de Blair fue presentado en Madrid por Peter Mandelson, ministro de Comercio e Industria y hombre fuerte del primer ministro británico, que legitimó con su presencia y sus palabras al candidato socialista, José Borrell (prologuista del libro), como el líder que representa, por excelencia, a la tercera vía en España. El acto se celebró en la Fundación Alternativas, que pretende ser la institución que aglutine las ideas de las fuerzas progresistas (de centro-izquierda). Pero la semana entrante acude a Madrid Anthony Giddens, y aunque también se reunirá con los directivos de Alternativas, su presencia pública será en el seno de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), el think tank del Partido Popular y, dentro de este partido, de quienes se reclaman del liberalismo. Giddens explicará su visión de la tercera vía en un seminario sobre Un nuevo consenso social, junto a Aleix Vidal-Quadras, Pedro Schwartz o Javier Arenas.
No es la única paradoja. Las mayores están en las medidas, llenas de pragmatismo, que Blair ha tomado en su casi año y medio de gobierno: reducción del impuesto de sociedades para ayudar a las empresas y, al tiempo, introducción de un salario mínimo para auxiliar a los peor retribuidos; inversiones en educación y en sanidad y un programa para reducir el paro estructural y, en paralelo, una contención drástica del gasto público; independencia del Banco de Inglaterra y un papel más central en la construcción de la Unión Europea; disposiciones enérgicas para combatir la delincuencia juvenil y aumentar la seguridad ciudadana, y una defensa cerrada de la familia tradicional, etcétera. Un paquete muy difícil de definir desde el punto de vista ideológico.
Las contradicciones sobre la tercera vía también están dentro del socialismo. Felipe González hizo hace algún tiempo unas declaraciones en una publicación alemana en las que se le notaba incómodo con el concepto. Su opinión tiene relevancia no sólo por la influencia que, quieran o no, tiene en España, sino por ser la persona encargada por la Internacional Socialista para su renovación ideológica. Por otra parte, hace unos meses, Carlos Solchaga escribía un artículo (Expansión, 3 de julio) en el que afirmaba que la tercera vía era "la reconsideración de la desconfianza respecto al mercado que ha caracterizado a la tradición socialista, aceptándolo en lo que tiene de positivo, y una reestimación en sentido opuesto del papel del Estado, desinflando las expectativas que entre la opinión progresista siempre ha generado como ente capaz de resolver todos los problemas económico-sociales, desde el crecimiento y el pleno empleo a la igualdad económica o, al menos, de oportunidades". Para Solchaga, la tercera vía es el social-liberalismo, y, "en nuestro país, muchos socialistas dispuestos a aceptar más fácilmente las aportaciones ideológicas foráneas empezarán a descubrir con sorpresa que hace tiempo que venían hablando en prosa sin saberlo". Se sabe que Solchaga y Borrell, aunque trabajaron juntos en los Gabinetes socialistas, tenían diferencias respecto al grado preciso de mercado y de Estado en las políticas económicas (Solchaga, más liberal; Borrell, más estatalista). En su prólogo, el candidato afirma que el mercado no es un mal, pero tampoco "un Dios inapelable".
Veremos quién se queda, al final, con la marca de la tercera vía.
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