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Tribuna:FÚTBOLPRIMER TOQUE: JULIO CÉSAR IGLESIAS
Tribuna
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Solo ante el peligro

El nuevo entrenador, Héctor Cuper, tenía un severo aire de centurión. Armado de una máscara flexible en la que las arrugas de la frente se prolongaban por la línea de los pómulos hasta el ángulo del mentón, observaba mucho y gesticulaba poco. Un discreto pero enérgico movimiento, a veces un índice que señala como un puntero, a veces el canto de la mano que corta el aire como un machete, a veces una imperceptible crispación de las mandíbulas, solía bastarle para resolver los dos supuestos posibles en su papel de estratega: dar la orden o dar la contraorden.A menudo, su estilo hacía pensar en un actor de carácter formado en la escuela inglesa. Se plantaba en el banquillo, como si fuese un pedestal, adelantaba la barbilla con una curiosa mezcla de prudencia y altivez, y seguía cada movimiento con tal intensidad que hacía pensar en uno de esos personajes cinematográficos, dotados de visión paranormal.

No se trataba, pues, de un estricto funcionario de guardia. Tampoco era un espectador indiferente: su medida inexpresividad respondía más a un deseo de pasar inadvertido que a una interpretación desapasionada de su trabajo. Aunque aparecía siempre tan silencioso y tan atento, era inevitable pensar que no actuaba por una necesidad laboral, sino por una verdadera fascinación profesional. En esa voluntad de seguir el juego sin alterarse, como si hubiera tomado la decisión de memorizar todas las claves de la maniobra, parecía resistirse a parpadear y provocaba una sensación contradictoria: cuanto menos perturbable se mostraba, más intenso era el brillo de la chispa que le saltaba de los ojos. Sin duda alguna, aquel tipo que miraba como un conspirador se había licenciado en impavidez.

-Mírale: bien podía llamarse Cooper, Gary Cooper.

-Pues no lo ha conseguido por muy poco. Se llama Cuper, Héctor Cuper.

A sus órdenes, el Mallorca se ha convertido en un comando especial. Como dispone el reglamento, sólo está formado por once hombres y tiene la ineludible misión de ocupar una hectárea de terreno, pero sus efectivos no parecen muchos ni pocos. Están muy bien sincronizados, se entienden con la facilidad de los cómplices y se manejan con la inconfundible seguridad de los especialistas.

Tan identificado con su porte disciplinario, el Mallorca de Cuper aprecia a los peones pero no desprecia a las estrellas: recibe con agrado las que el club le entrega, y se encarga de darles el lugar preciso para que brillen tanto como puedan. Hace dos años, el objetivo era administrar un saldo de valencianistas; hace año y medio los deportados estaban jugando como tahúres, y hace un año, el nuevo sistema era compatible con Valerón, Amato, Iván Campo y Gálvez. Al parecer, Héctor sacaba tanto provecho a la velocidad como al ingenio, conseguía encontrar el punto común entre el talento y la potencia, y sólo parecía tener una flaqueza: había dado con jugadores imprescindibles. Difícilmente podría sobrevivir a la ausencia de cualquiera de sus figuras.

Hoy faltan Valerón, Amato, Iván Campo y Gálvez, pero con Stankovic y Dani el equipo sigue siendo un acordeón. Suena cada vez mejor, se abre y se repliega con una naturalidad casi animal y sus líneas se relacionan como vasos comunicantes.

Si alguien pregunta hoy qué tiene de extraordinario este Mallorca, será mejor que no pierda tiempo buscando una respuesta enrevesada.

Tiene a Héctor Cuper.

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