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Anorexia y moda

JULIO SEOANE El Congreso de los Diputados, a través de dos diputadas, pretende combatir la epidemia de anorexia que sufre la juventud frenando la presión social que ejerce la industria de la moda. Es decir, pretenden luchar contra la moda patológica de los trastornos alimentarios mediante la moda de vestir. Más de lo mismo. La preocupación exagerada por lo aparente, por lo externo y visible, es una de las características mejor conocidas del pensamiento actual. Tanto la moda patológica como la moda de vestir no explican prácticamente nada, porque ambas son los aspectos más superficiales de una concepción social mucho más amplia sobre la vida y la sociedad. Las dos diputadas comparan el problema de la anorexia con la oposición al tabaco, defendiendo así las medidas administrativas contra la publicidad de las modas. La crítica hacia el tabaco y la disminución de su consumo no se relacionan como causa y efecto, sino que ambas cosas responden a la desaparición de un modelo social. La época grande del tabaco o, mejor todavía, de la difusión masiva de los cigarrillos empaquetados, está en la vieja sociedad industrial, en el modelo de humos y de poluciones, en el gángster, en el hombre duro y en sus imitaciones. Muerto el modelo aparecen, al mismo tiempo, las críticas y la disminución de ese tipo de consumo. Aparecen otros usos más selectivos y minoritarios. Puestos a modificar costumbres para combatir la anorexia, que siempre es un procedimiento dudoso para la terapia de valores, en lugar de incidir sobre la industria habría que centrarse más en la desaparición de las comidas familiares, que también repercute en los hábitos alimentarios. Casi nadie come ni cena ya en familia, como tampoco se aprende a beber en casa. Comemos en el trabajo, de pie, andando, comemos de paso, y así nos sentimos modernos y fomentamos la aparición de todo tipo de trastornos. La moda consiste en centrarse en la apariencia, en lo externo. Modificamos nuestro cuerpo para relacionarnos mejor, queremos cambiar la publicidad para corregir valores, proponemos leyes para combatir la anorexia. Mientras tanto, abandonamos los ritos familiares sin sustituirlos por otros, bebemos directamente de las botellas por la calle o dentro de las aulas, y planificamos unos horarios para los jóvenes que les desorganiza toda la jornada, como ocurre en la Universidad, en la que tienen que permanecer inútilmente todo el día y donde no existe tiempo para comer, ni sólo ni en familia, al menos en nuestra Facultad de Psicología. Tenemos que admitir que han cambiado los hábitos alimentarios, como han cambiando los hábitos familiares, los educativos, la moda en el vestir y otras muchas cosas. La sociedad ha cambiado, afortunadamente. Pero mientras se estabilizan las nuevas formas de vida, tendremos que padecer trastornos y anomalías, sobre todo las nuevas generaciones que son las que tienen que improvisar sin mucha ayuda. La anorexia como epidemia es un desgraciado ejemplo. También nosotros tenemos que idear estrategias sociales que sean útiles en estos momentos, como promocionar tertulias y grupos de discusión entre los mismos jóvenes para que encuentren sus propias soluciones. Todo menos combatir la moda con más moda, con más de lo mismo.

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