_
_
_
_
_
Reportaje:

El mejor Celta de todos los tiempos

Vigo, de fiesta por el fútbol bien jugado de un equipo que bate récords

Nunca el Celta había juntado nueve encuentros sucesivos de Liga sin perder, nunca había pasado una eliminatoria de la Copa de la UEFA y ya lleva dos a sus espaldas, tampoco había reunido los 20.000 abonados que enseña ahora... En contra de su propia idiosincrasia, desvinculado de su tradicional estilo guerrillero y esforzado, con un gusto desconocido por el fútbol bien jugado, se está construyendo el mejor Celta de todos los tiempos. Admirado desde todos los rincones, tercero en la Liga después de nueve jornadas, con el célebre Aston Villa entre sus víctimas europeas, las ilusiones se han disparado por Balaídos, que vive a ritmo de récords y en permanente estado de fiesta.Hay aún en Vigo quien se acuerda de Pahíño, Mesa, Muñoz o Hermidita -el máximo goleador de la historia del equipo, con 104 tantos-, miembros de aquel Celta que concluyó en cuarta posición la Liga 1947-48. Hay todavía quien menciona a Manolo -225 partidos jugados con la camiseta celeste-, Costas, Jiménez, Doblas o Villar, parte del conjunto que se clasificó para la Copa de la UEFA en la temporada 1970-71. Pero nadie admite comparaciones con el Celta actual, el de Mazinho y Mostovoi, el de Michel Salgado y Juan Sánchez, el de Víctor Fernández.

Más información
La diagonal de Sánchez

En realidad, el nuevo Celta nació hace tres veranos, justo después de que el club sufriera su peor sobresalto: la directiva no presentó avales por 45 millones de pesetas, obligatorios por ley, y la Liga descendió al equipo a Segunda B. Habría sido el final de una institución que ya suma 75 años de vida, 39 temporadas en la máxima categoría, pero la reacción popular (Vigo salió a la calle en masa a protestar) y la intervención de la Administración evitaron la tragedia: el Celta se quedó en Primera. "Aquellos días", comenta Horacio Gómez, el presidente del club, que accedió al cargo precisamente entonces, "nos dieron fuerzas a todo el celtismo para llegar donde estamos ahora". El Sevilla vivió un proceso similar, pero su reacción fue la contraria: el club andaluz prolongó su deterioro hasta descender, ya por méritos deportivos, a Segunda. Y ahí sigue, en las antípodas del Celta.

La plantilla que hoy luce el conjunto vigués también empezó a formarse entonces. Primero llegaron Revivo y Mostovoi, al que le costó adaptarse. El ruso parecía un jugador irrecuperable. "Era su primer año", dice Michel Salgado, "y lo pasó mal. No tenía ayuda de nadie y, además, andaba un poco mal de la cabeza. Ahora es un crack". El Celta recuperó a Mostovoi el curso pasado, cuando fichó a otro ruso como terapia, Karpin, uno de esos grandes jugadores que la secretaría técnica del club ha ido rescatando del baúl de los descartes de otros equipos. Como Mazinho, el jefe del equipo, como Juan Sánchez, como Penev...

Con Irureta en el banquillo, la temporada pasada, el Celta empezó a hacerse notar: ganó al Barcelona y al Madrid y acabó sexto en la tabla y con pasaporte para Europa. El equipo ya insinuaba que podía jugar bien, pero entonces brillaba más por el orden, la capacidad de sacrifico, la presión...

Pero Irureta se fue al Deportivo -algo que en Vigo se interpretó como una traición- e Ito se fugó al Betis. No hubo trauma: el Celta volvió a reforzarse bien (Penev, Makelele, Cáceres, Tomás...) y llegó Víctor Fernández, que ha sabido mantener el espíritu anterior pero aplicándole poquito a poco dosis de buen gusto. Y ése es ahora el sello del nuevo Celta, el rasgo que le distingue de otros modestos en voga: compite con la élite a partir del fútbol bien jugado. Eso nunca se negocia. Y por eso se ha instalado una versión unánime alrededor del club: "No es exagerado; éste es el mejor Celta de todos los tiempos".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_