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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal dice "no"

Los portugueses han rechazado de modo tajante dividir internamente su país en regiones. Los que no han ido a votar han logrado sabotear el referéndum del domingo, pues, al no haber depositado su papeleta el 50% del censo siquiera, el resultado no es vinculante. A pesar de ello, es una derrota en toda regla para el primer ministro socialista, António Guterres, pues, entre los que han votado, los partidarios del no han superado prácticamente en dos a uno a los del sí, con la excepción de la zona pobre del Alentejo. Cuando el ascenso de las regiones parecía imparable en Europa, el resultado luso es un síntoma de la complejidad de los nuevos tiempos. Puede ser la expresión de un temor de los ciudadanos a ver su país diluido o absorbido en Europa, o incluso en una España que cada vez pesa más en la vida portuguesa.La regionalización del Portugal continental (Azores y Madeira cuentan con autonomía propia) fue uno de los ejes de la campaña con la que Guterres triunfó en 1995. La "reforma del siglo" la llamó. El primer ministro ha cometido graves errores políticos al enfocar esta cuestión. No tenía que haber convocado un referéndum sin contar con un amplio consenso que abarcara al mayor número de fuerzas políticas, especialmente cuando la regionalización no era producto de una reivindicación desde abajo. En este desarrollo de la Constitución portuguesa, el referéndum tendría que haber sido el resultado de un acuerdo político previo.

Guterres ha asumido personalmente la derrota. Posiblemente, su coste para los socialistas no resulte elevado, pues el primer ministro se mantiene en una cota de popularidad muy elevada. La campaña para el referéndum ha servido para unir a la derecha, y de este resultado puede salir un nuevo impulso para que el Partido Social Demócrata y el Partido Popular resuciten la antigua Alianza Democrática, con un nuevo traje con vistas a las próximas elecciones, en 1999. El resultado de la consulta no tiene por qué influir en un adelanto electoral.

Aunque los portugueses hayan rechazado la regionalización, Portugal sigue falto de una profunda transformación de sus estructuras administrativas para lograr una mayor descentralización y racionalización. Es comprensible que un país con 10 millones de habitantes no quiera crear ocho nuevas divisiones administrativas. Los actuales 17 distritos, o provincias, pueden servir para esa ineludible reforma que ha de adaptar los poderes públicos, incluidos los ayuntamientos, a las nuevas realidades.

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