Falta de información
Me dirijo a EL PAÍS con la intención de hacer pública mi queja contra la calidad de los servicios que Grandes Líneas RENFE ofrece a sus viajeros. A causa de mis estudios universitarios realizo con frecuencia el trayecto Barcelona-Zaragoza-Barcelona, y elijo el ferrocarril por ser, a primera vista, un medio de transporte cómodo y seguro, que además no se ve afectado por las retenciones de tráfico, tan frecuentes en los accesos a las grandes ciudades. En teoría, hasta aquí todo perfecto: adquiero un billete de segunda clase haciendo uso del bonocity, un abono que da derecho a hacer cuatro viajes, y me dispongo a pasar lo mejor posible el tiempo que dura el trayecto (tres horas y media si viajo en Talgo, cuatro si lo hago en Intercity o en Diurno). Los inconvenientes habituales de mis viajes suelen ser pequeños (aunque fastidiosos): retrasos, mal funcionamiento del vídeo, la megafonía, o la calefacción, malos olores provenientes de los aseos, falta de higiene en los mismos, música ambiente inapropiada...Sin embargo, el motivo de esta carta es manifestar que en las últimas semanas me he visto afectada por dos retrasos graves. Me refiero concretamente a la avería que paralizó el pasado día 12 de octubre el Talgo Zaragoza-Barcelona de las 17.00. Al parecer, resultó dañada la línea eléctrica, por lo que estuvimos detenidos hasta que vinieron a trasladarnos a otra vía. Algunos vagones quedaron a oscuras, y el retraso fue de hora y media. El día 23 de este mismo mes, el Intercity Barcelona-Zaragoza de las 13.00 permaneció parado durante tres cuartos de hora en la estación de Sans a causa del mal funcionamiento de la máquina.
No es mi intención principal culpar a los responsables de todos estos fallos técnicos por los que me he visto afectada últimamente, puesto que sería hablar sin demasiado conocimiento de causa. Y, precisamente, en ello se basa mi denuncia: me parece injustificable la falta de información con la que los viajeros nos encontramos cada vez que ocurre algún incidente. Sería de justicia que Renfe, que tan insistentemente anuncia en los medios de comunicación la bondad de sus servicios, reconociera de una vez por todas que sus trenes se estropean, y que lo hacen demasiado a menudo.-
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