Agua caliente para Copérnico
Hace cuatro siglos, las cosas pasaban a la inversa. Sevilla se llenó de florentinos, venecianos, napolitanos y se ganó a pulso el sobrenombre de la Nova Roma. Santiago Miranda nació en Écija hace 51 años. Hijo de un militar, dejó el sevillano barrio de Nervión en 1971 para probar fortuna en Milán dentro del diseño industrial. Su vida se convirtió en un mapa-mundi. Vive con una artista alemana y forma tándem profesional con el inglés Perry King. Ha vivido más años en Milán que en Sevilla y ya tiene elementos de juicio para comparar. "Una señora como Carmen sería imposible encontrarla en Milán, una ciudad que parece hosca, pero no lo es. No es tan bella como Sevilla, no tiene su clima, pero cuando en invierno los días se hacen cortos y grises estás a dos pasos del lago de Como". En 1989 recibió el premio nacional de Diseño y en 1995 fue galardonado por la Junta de Andalucía. "La Diligencia" Miranda ha vuelto a la ciudad en la que se formó (Escuela de Artes Aplicadas de la calle Zaragoza) para dar un curso sobre el diseño industrial ante el siglo XXI con ponencias como El lazarillo cibernético. No cree en las medidas antroprométricas del hombre y ante sus alumnos prefirió otro sistema de medición, el registrado por las imágenes de películas legendarias: Sed de mal, de Orson Welles, A bout de souffle, de Jean-Luc Godard, La diligencia, de John Ford o El general della Rovere, de Roberto Rosellini. "El hombre ha sido machacado por la serie. No es casual que la industria esté relacionada con la guerra. En Italia se trabaja con un mercado, no con un imperio. Nunca hubo un ejército que llevara las cucharas hasta Flandes. Los empresarios italianos reinvierten más. El español se compra una casa, un yate. Benetton empezó vendiendo chalecos. Los italianos no necesitan del Estado. El empresario allí es muchas veces un hortera; quiere tener el coche más bonito, la secretaria más despampanante, pero tiene fuego dentro". Los museos de King Miranda son los escaparates de cualquier tienda de Tokyo, Milán o Londres. Hay catálogos con sus obras: una motosierra para Black & Decker, una motobomba; consolas para cajeros automáticos, fax o impresora; asientos de oficina, escritorios, tocadores, fotocopiadoras. Han recibido premios internacionales por algunas de sus lámparas: Donald, Halley, Wall, Mantis, Aurora, incluso una lámpara Triana en la que se insinúa algún tipo de nostalgia sublimada. Una de las obras más publicitadas de King Miranda fue el Rubinetto Copérnico, un grifo que revolucionó mediante un aro el sistema de conseguir agua fría y caliente. Son embajadores mediterráneos del realismo mágico que mezclan la técnica y la fantasía. Con ese cóctel, diseñaron una lámpara con faros de automóvil, proyectaron una discoteca silenciosa que permitía el acercamiento corporal o crearon para unos clientes vascos unas mesas de trabajo en las que insertaron una horquilla de bicicleta "en la que rendía homenaje simultáneo a la fábrica de bicicletas BH y a mi memoria de veranos sevillanos oyendo por la radio las hazañas de Bahamontes". Las farolas de la Expo eran azules, pero se han vuelto amarillas. Le produce tristeza esa metamorfosis. King Miranda fueron contratados por Pellón para la iluminación de la Expo 92. Fue un trabajo a cuatro bandas: la fábrica estaba cerca de Lyon, el laboratorio en Holanda y los puntos lumínicos en Barcelona. Miranda recuerda reuniones maratonianas "en las que siempre salía alguien que se tenía que reunir con Pellón". "A los diseñadores nos toca quitar cosas". Un equilibrio entre el no tener de Simón del desierto en la película de Buñuel y el tenerlo todo del Ciudadano Kane de Orson Welles. "Mi casa no es una casa de diseño. Yo tengo las lámparas que se han vendido poco". Le resulta indiferente que antes que él Luis del Sol hiciera el mismo viaje Sevilla-Milán para jugar en el Inter. "No me gusta el fútbol. Tengo cierta dificultad en ver hacer las cosas; me gusta más hacerlas". Igual Del Sol y Miranda cambiaron Sevilla por Milán obedeciendo un mismo reclamo. "Ya dijo Cervantes que Italia es buena para los españoles porque agudiza el ingenio y despierta el seso".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.