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El grito de libertad de la última muñeca de la gimnasia

Dominique Moceanu, aquella niña de 15 años que ganó una medalla de oro en Atlanta 96 como miembro del equipo de Estados Unidos, asombró con sus piruetas; pero sobre todo porque era la más infantil. Dominique, tras dos años largos de ostracismo, ha salido de nuevo a la luz con una historia muy dura, que acusa de nuevo a un deporte estético por fuera y descarnado por dentro. Y esta vez no a los entrenadores, sino a sus propios padres. Dominique, según ha declarado al The Houston Chronicle, presentó ante un juez de Harris (Houston), una denuncia contra sus padres, Dumitru y Camelia, por haber dilapidado su dinero, y por explotarla, por ser los responsables de no haber tenido una infancia ni una adolescencia normales. Mediante una medida legal, la gimnasta quiere que se le autorice judicialmente a irse de casa, cosa que por otra parte ya hizo el pasado domingo. Y el juez, tras admitir la demanda, dictó una orden para que los padres no se acerquen a su hija hasta el 11 de noviembre, fecha señalada para la primera vista del caso.

Moceanu estuvo a punto de sufrir un accidente gravísimo en Atlanta, durante uno de los ejercicios en la barra de equilibrios, cuando falló en un salto y, al no completar el giro, pegó con su pequeña cabeza en la madera. La imagen de aquella niña rebotando en el potro, sin inmutarse, fue espeluznante. Ella ha relatado ahora que sus padres, emigrantes de origen rumano en busca de fortuna en EE UU, querían desde bien pequeña que fuera una máquina. Ellos eran los que le pedían, más que los entrenadores, el más difícil todavía.

Dominique nació en Los Angeles en 1981, y con sólo nueve años sus padres la llevaron a Houston para entrenarse con el famoso técnico de origen rumano Bela Karoly, el maestro de Nadia Comaneci en Rumania y de Mary Lou Retton (medalla de oro en Los Ángeles). Moceanu se entrenaba ahora con Luminita Miscenco, otra rumana, para participar en los Mundiales de 1999 en China y en los Juegos Olímpicos de Sydney, en el 2000.

La joven, en sus acusaciones actuales, carga sobre todo contra su padre: "Su obsesión era verme en el gimnasio", dice. "Ahí empezaba y terminaba mi mundo. No tuve infancia, simplemente me la robaron. Desde que aprendí a caminar me quisieron preparar para competir en los Juegos y para ganar dinero, claro". Dominique ha denunciado que su padre la pegó al menos dos veces, aparte de que los recuerdos de los últimos años se reducen a los gritos que le daba para que lo hiciera mejor. "Cuando tenía 13 años, en mi interior empecé a meditar que sólo era una adolescente y que no podía ser perfecta".

El otro apartado triste de las acusaciones corresponde al dinero. "Me mato entrenándome y yendo a la escuela, mientras que mi padre se dedica a gastar mi dinero", ha dicho. Y añadió: "Quiero a mis padres, pero tengo una hermana de nueve años a la que quieren llevar por el mismo camino".

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