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Tribuna
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Paraguas monetarios

Los mecanismos internacionales de cooperación monetaria para defender una moneda en apuros -por ejemplo, el real brasileño- guardan semejanza con las alianzas militares entre países para defenderse de un agresor. Si la OTAN fue un "mecanismo de seguridad colectiva" que durante décadas neutralizó la inferioridad militar europea frente a la Unión Soviética gracias al "paraguas nuclear" que Estados Unidos brindó a sus aliados, el Sistema Monetario Europeo (SME) se concibió hace ahora 20 años por Helmut Schmidt y Valéry Giscard D'Estaing como una alianza monetaria que comprometía a los bancos centrales europeos -incluido el Bundesbank alemán- a intervenir sin límite, en caso de crisis, en defensa de las restantes monedas (la renuencia de éste a jugar ese papel privaría, sin embargo, de eficacia defensiva al SME durante la crisis de 1992). Reacio a multiplicar sus alianzas, EEUU vivió con México en 1994 un episodio monetario parecido al que en 1950 precedió a la guerra de Corea: la reticencia a comprometer ayuda antes de la crisis dio paso poco después a una denodada intervención americana -militar en la guerra de Corea, monetaria en la crisis de México- para recuperar el terreno perdido. En 1996, los bancos centrales del Sureste Asiático, viendo la fragilidad de sus monedas ante la tormenta que se avecinaba, quisieron establecer un mecanismo regional de defensa monetaria inspirado en el SME, intento que resultó baldío ante el desinterés de EEUU -por antonomasia, el "prestamista de dólares en última instancia"-. Persuadida, al fin, tras un largo rosario de crisis financieras, de que "más vale prevenir que curar", la Administración de Clinton apoya ahora un sistema preventivo de líneas de crédito que, bajo la égida del FMI, proteja de inclemencias monetarias a ciertos países (entre ellos, Brasil).

Cuando el mecanismo de seguridad colectiva puede movilizar un volumen masivo de recursos (el arsenal nuclear americano, la ilimitada capacidad del Bundesbank de prestar marcos, el compromiso de libre conversión de las monedas del euro desde el próximo 1 de enero...), su efecto disuasorio hará que los potenciales agresores renuncien a su presa, por inerme que parezca. Pero la existencia del mecanismo colectivo de defensa reducirá el interés de sus beneficiarios en su propia autodefensa. En las alianzas militares surgirán así recurrentes disputas sobre el "reparto de cargas", pues la potencia hegemónica temerá que sus aliados se "escaqueen" y rebajen sus gastos de defensa. De forma parecida, en las alianzas monetarias, el país o institución hegemónicos darán a la ayuda carácter "condicional" y obligarán al país auxiliado no sólo a enderezar su situación presupuestaria -cosa razonable-, sino también a defender su moneda con una dolorosa -y a veces nociva- subida de los tipos de interés.

En el caso de Brasil, su cuantioso déficit presupuestario, el plazo corto de su deuda pública y el déficit de balanza de pagos -trasunto de la sobrevaluación de la moneda- hacen al real vulnerable. ¿Acabará fulminada por un ataque especulativo como el que vivieron el SME en 1992, México en 1994, varios países asiáticos en 1997 o Rusia el pasado verano? No parece probable, pues a las medidas de ajuste presupuestario que el presidente Cardoso está a punto de desvelar se añade la inequívoca voluntad de Estados Unidos y otros países (entre ellos España) de desplegar en defensa del real ese "paraguas monetario" que el FMI está preparando. A ambos factores se añadirá el menor potencial ofensivo -medible por su capacidad de endeudamiento- que, tras la reciente crisis del fondo americano LTCM, podrían desplegar los hedge-funds americanos u otros especuladores durante el asalto.

La "fuerza de intervención monetaria" que dirigirá el FMI no tendrá la capacidad de fuego de la OTAN. Por fortuna, tampoco los eventuales especuladores a los que se enfrentará tendrán el poderío de la antigua Unión Soviética. Manuel.Conthe@skynet.be

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