Arte de magia
JOSÉ RAMÓN GINER David Copperfield, el gran mago norteamericano, actuará en Madrid próximamente. La presencia de Copperfield ha despertado una gran expectación en la ciudad, al punto que ha obligado a prorrogar el espectáculo, aún antes de que este comenzara. Y eso que el precio de las entradas no era precisamente barato. Pero la fantasía, la ensoñación, atraen poderosa-mente a las personas, les resulta muy estimulante. ¿Acaso hay una manera mejor de soportar las contrariedades de esta vida? Afortunadamente, los valencianos no precisamos desplazarnos a Madrid para gozar de estos espectáculos de magia. Al contrario, podemos presenciarlos sin movernos de nuestra casa, cómodamente sentados ante el televisor. Rara es la semana en que nuestro presidente, don Eduardo Zaplana, no nos obsequia con alguna representación de esta clase, a las que es un gran aficionado. Todas resultan brillantes, de una fantasía admirable. En mi opinión, Eduardo Zaplana es uno de los grandes magos de nuestro tiempo. Su capacidad para encandilar es inigualable. Nadie como él, desde luego, para lograr que parezca real lo imaginario. La semana pasada, don Eduardo, en una actuación memorable, hizo subir al escenario al ministro de Fomento (por cierto, que palabra tan hermosa) y allí, a la vista de todo el mundo, ante los ojos asombrados de los periodistas y los aplausos arrebatados de los empresarios, fue extrayendo de la oreja del señor Arias Salgado varios miles de millones de pesetas, que luego repartió generosamente a lo largo y a lo ancho de la provincia de Alicante. ¿Será preciso describir el entusiasmo que despertó este ejercicio? Durante muchos días se ha comentado el tema en los diarios. Los valencianos -siempre tocados por la pasión de la estética- disfrutamos enormemente con las representaciones del señor Zaplana, que lo han convertido en un personaje muy popular. Por ello, no me ha sorprendido que las encuestas auguren la mayoría absoluta para su partido en las próximas elecciones. Y es que, señores, no hay color. Entre un tipo simpático y sonriente que siembra la Comunidad Valenciana de parques de atracciones y otro que nos quiere poner -nada menos- a repensar la sociedad, caben pocas dudas, ciertamente. A la oposición, estas actuaciones de nuestro presidente le provocan un gran desasosiego. No saben cómo plantarles cara. El resultado es que se ponen nerviosos y acaban por despacharlas con la cómoda etiqueta de la superchería. ¡Una superchería la magia de don Eduardo! ¡Qué error tan tremendo! Como si, en los tiempos que corren, el valor de un producto fuera otra cosa que su valor percibido. Y en esta tarea, don Eduardo no tiene rival. Baste decir que un periódico tan serio como éste en el que escribo, donde el contraste de la información y la veracidad del dato resultan fundamentales, daba ya por construida la Ciudad de la Luz en un reportaje publicado domingos atrás. Y eso, cuando aún no sabemos realmente nada de en qué va a consistir ese proyecto misterioso que pondrá millón y medio de metros cuadrados a los pies de los señores constructores, después de desalojar a unas decenas de vecinos fastidiosos. Así que, menos chanzas, señores de la oposi-ción. ¡No se tomen ustedes a broma la magia de don Eduardo porque, cualquier día de estos, terminan ustedes encantados!
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