Se retira el hombre que voló más lejos
Powell deja las pistas al cumplirse 30 años del mítico récord de Beamon
El atletismo, mucho más que otros deportes, es sinónimo de hazaña. El asombro por las marcas es la moneda fundamental. Y dentro del deporte rey también hay pruebas emblemáticas para las gestas. El salto de longitud es una de ellas. En sí misma, porque las distancias son fácilmente comparables y por que se trata de uno de los gestos más naturales del hombre. Es la primera expresión del citius, altius, fortius. Pero además, y quizá en, este caso con más razón que en otras pruebas, por la historia. En la longitud, hace 30 años, el 18 de octubre de 1968, se vivió uno de los momentos más mágicos del deporte de todos los tiempos. El norteamericano Bob Beamon dio un salto tan inmenso, su único gran salto, que pareció de otro mundo. Y no fue muy difícil imaginar entonces que los impresionantes 8,90 metros que voló tenían pasaporte para sobrevivir largo tiempo.
Así fue. Tuvieron que pasar casi 23 años (apenas faltaron dos meses), para vivir otros instantes mágicos y que un compatriota, Mike Powell, saltara más lejos. Cinco centímetros sólo, pero suficientes. No fue inesperado que se batiera el récord, pero sí el protagonista. Carl Lewis, la gran estrella de los últimos decenios del atletismo, era el predestinado para superarlo, pero se quedó sin la gloria en el memorable concurso de los Mundiales de Tokio, el 30 de agosto de 1991. Lewis pasó cuatro veces de 8,80: 8,83, 8,84, 8,87 (su mejor marca de siempre) y 8,91, con viento, por lo que no le valió. Powell sólo la del récord, 8,95, y con viento válido. Era la primera derrota de Lewis en 10 años tras 65 victorias. Powell nunca le volvió a ganar pero pasó a la historia y ahí sigue.
Curiosamente estos días casi han coincidido dos hechos. El trigésimo aniversario de la hazaña de Beamon y el anuncio el pasado 29 de septiembre de la retirada de Powell. Este se ha ido tras dos años de lesiones, cuando a los 35 ya no podía dar más de sí. Sus músculos ni siquiera le permitirían estar entre los mejores y nunca podría volver a soñar con acercarse a los 8,95 siete años más tarde.
Es otra marca sideral, que sigue en la cumbre sin que el pequeño cubano Iván Pedroso (1,77 me tros), el único que ha podido amenazarla después, la superara. No le sirvieron los 8,96 del 30 de julio de 1995, favorecido por la altitud de Sestriere (Italia). El viento soplaba también más de lo permitido y una persona trató de trucar la velocidad tapando el anemómetro. Pedroso, también con lesiones, nunca ha vuelto a ser el mismo.
Saltos tremendos por encima del viento permitido ha habido algunos, pero Powell, precisamente, por si quedaba alguna duda de su calidad, logró otra vez 8,95 en 1994, y antes, en vísperas de los Juegos de Barcelona 92, 8,99. Tras su récord galáctico y estando en gran forma (sus mejores marcas hasta 1996 no bajaron de 8,50), todo apuntaba a que se coronaría olímpicamente. Pero no fue así. Sólo le pertenecía una parte de la gloria. Nunca iba a ser campeón en unos Juegos. Lewis siempre se le interpondría en el camino. Segundo tras él en Seúl 88 y Barcelona 92, se fue al quinto puesto en Atlanta 96. Sólo volvió a ser campeón mundial en Stuttgart 93, en ausencia de Lewis.
Powell, nacido en Filadelfia el 10 de noviembre de 1963, graduado en sociología, frustrado baloncestista e incluso saltador de altura, iba a ser un curioso gran segundón en longitud. Sólo una vez, pero sonada, se tomó cumplida revancha. De sus duelos con Lewis y Pedroso no hubo más mejoras, ni se alcanzó la mítica barrera de los nueve metros o los 30 pies americanos (9,14). En la hora del adiós, mientras Lewis se fue hace ya tiempo con la gloria, pero sin el récord, a Powell aún se le recuerda por ello y se le recordará siempre. Incluso cuando se supere, quedará como el hombre que voló más lejos que Beamon.
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